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Monday, June 17, 2013

La ingratitud probable de los hombres

Alejandro Armengol (AA) ha publicado la pasada semana un artículo en la revista digital Cubaencuentro en el que comenta la salida de Cuba de la familia Payá-Acevedo. Se titula "Dos patrias tiene ella: Cuba y Miami", y es de esos textos que acompañan para siempre a sus autores. En él trata temas pertinentes y hace análisis necesarios, pero su artículo parece urdido en ausencia de la bondad. No dudo de que Armengol —a quien no conozco— sea un hombre de bien, pero su nombre, así como la credibilidad de Cubaencuentro, se verán lastrados por esta diatriba que parece dictada por el rencor.

En su comentario, Armengol se mofa de la esposa y la hija de Oswaldo Payá Sardiñas, el líder del Movimiento Cristiano Liberación muerto el 22 de julio de 2012, y pone en entredicho el valor y el patriotismo de ambas mujeres. Muchos de los que seguimos la noticia de la muerte de Oswaldo Payá y su larga coda quedamos conmovidos por la entereza, la dignidad y el valor con que Ofelia Acevedo y Rosa María Payá enfrentaron el acontecimiento más trágico de sus vidas. Diez meses más tarde, AA tilda a ambas de cobardes y oportunistas. Afirma, entre otras cosas, que su decisión de partir al exilio fue "una salida aprovechada y poco heroica".

Y por eso se burla de ellas con el lenguaje orillero del desprecio y las acusa de poner "los pies en polvorosa" cuando "la candela aprieta". Esa es la opinión de AA sobre Ofelia Acevedo, una ingeniera civil que jamás tuvo vocación política y que asumió por amor a Oswaldo y a Cuba una vida que pocos nos atreveríamos a abrazar. Eso opina de Rosa María Payá, una muchacha de 24 años que ha vivido toda su vida como un paria en su propio país por ser la hija de Oswaldo, y que ha demostrado una lucidez y un valor pasmosos tras la muerte de su padre. Sospecha AA que, después de 25 años de oposición en Cuba, "el traslado de los Payá obedece también a un fin económico". ¿Pensará que vivieron un cuarto de siglo de vejaciones y acoso con el objetivo de cobrar sabe Dios qué estipendio en Estados Unidos en el año 2013?

Las burlas y acusaciones de AA tienen origen en su escepticismo: afirma que él "no se traga el cuento del patriotismo estilo siglo XIX". Los patriotas de aquella época, se supone, eran intachables, pero estos de ahora no están a la altura que Armengol exige, y por eso no puede creer en ellos.

No estoy seguro de que esa falta de admiración sea culpa de los opositores actuales. También en el siglo XIX había cubanos incrédulos del patriotismo ajeno, incapaces de sentir admiración ni respeto por los que se jugaban la vida en aras de la independencia. Así lo cuenta Máximo Gómez en sus "Notas autobiógraficas" de 1894. Después de diez años peleando en la manigua, tras el Pacto del Zanjón, Gómez salió hacia Jamaica. Y allí se topó con jueces no menos implacables que Armengol. Dice Gómez:
El elemento cubano que allí había esperado largos años que le diéramos la Patria libre se sintió indignado contra todos los que combatimos 10 años sin poder conseguir el triunfo. No contento el destino con mi precaria situación, quiso agregar un nuevo suplicio a mi infortunio, pues pensando encontrar allí amigos compasivos, agradecidos y generosos que me amparasen, es por el contrario gente apasionada y de limitados alcances: vieron en mí el primer factor de la paz que concluyó una guerra a que nunca fueron ellos a ayudar, de ahí que fuese yo el blanco de su injusto encono y desprecio.
Y en sus "Recuerdos: Páginas dedicadas a mi hija Clemencia", de 1881, había dicho: "Pensaba yo que al llegar entre aquella emigración llegaría cerca de mis hermanos y juntos lloraríamos la pérdida de Cuba desgraciada y tendría derecho a alguna consideración. Pero no fue así: el desprecio y la calumnia me recibieron en la colonia inglesa."

A ese desprecio y a esas calumnias seguramente se refería Martí cuando le escribió a Gómez en septiembre de 1892 para pedirle que se pusiera al mando del Ejército Libertador. Por eso le aclara que no podía prometerle otra recompensa que no fuera "el placer del sacrificio y la ingratitud probable de los hombres".

José Martí sería también víctima de aquellos cubanos del siglo XIX que "no se tragaban el cuento del patriotismo". Basta repasar las páginas de la Mitología de Martí de Hernández Catá para recordar que lo llamaban "Capitán Araña", que ponían en duda su valor y su capacidad de sacrificio, que lo tildaban de cobarde y de interesado. Esa injuria repetida al infinito, ese mote odioso de "Capitán Araña", probablemente le hayan costado la vida. Esa calumnia recurrente fue una de las razones de su imprudente arrojo en Dos Ríos.

Casi a la media noche del 19 de mayo de 1895, cuando su cadáver entró al pueblito de Remanganaguas atado como un fardo sobre lomo de un caballo, todavía dudaban muchos en las emigraciones de su valor. Hasta que los españoles no mostraron su cadáver putrefacto en Santiago, siguieron muchos cubanos —y el New York Times— poniendo en duda que Martí siquiera estuviese en Cuba. Un mes después de su muerte, se corrió en Tampa la noticia de que lo habían visto vivo y fresco paseando por Ybor City. Aún  no podían creer algunos que el "Capitán Araña" hubiese ido a morir junto al tronco de un jobo en Dos Ríos.

El patriotismo de ahora, nos afirma AA, no es como el del siglo XIX. Parece, sin embargo, que "la ingratitud probable de los hombres" y las calumnias siguen siendo las mismas. Y es que el sacrificio extremo, que despierta la admiración de tantos, para otros es sólo un motivo de sospecha o de escarnio.

La familia Payá-Acevedo ha vivido durante un cuarto de siglo lo que Juan Pablo II en su día llamara "un martirio civil". El calvario familiar tuvo su colofón en la trágica muerte de Oswaldo el verano pasado. Cualquiera diría que ese purgatorio de casi tres décadas, y esa muerte, son más de lo que cualquier familia debe pagar por buscar el bien de su patria. Hay quienes parecen opinar que los Payá-Acevedo merecen una cuota adicional de sufrimiento y vejación. Sépase que esa obsesión inquisitorial dice más sobre el carácter de quienes la propugnan que sobre las personas contra las que va dirigida.


Saturday, June 30, 2012

Cubanerías

Anuncio comercial cubano de 1908
Mientras yo escribo la gente aplaude a los músicos que después de la retreta tocan danzones y otras cubanerías por el estilo. 
Diario de soldado
Fermín Valdés Domínguez


La ignorancia también tiene su premio. (Todo en la vida tiene su premio, menos trabajar.) Un buen día alguien te recomienda un libro de un autor del que nunca habías oído hablar (porque uno practica más la pereza que la lectura), y lo lees y te gusta, y piensas con ilusión que hay otros cinco libros del tipo que no has leído. Pero es mejor cuando te pasa con un país del que nunca habías oído hablar, porque cabe la posibilidad de que haya más de cinco libros. Y eso es lo que me ha pasado.

Un par de amigos me han estado hablando de Cuba, o de ese país que se llamaba Cuba y que en el siglo XIX quedaba en el Caribe y estaba tratando de decidir si quería ser colonia española, finca americana o república bananera (sin gracia pero sin amo). Contra todos los pronósticos, resulta que era un país interesante. Ya sé que lo saben, por supuesto, pero yo lo acabo de descubrir. Y estoy más intrigado que un boliviano que prueba por primera vez agua salada. 


De modo que llevo varias semanas leyendo (lo que se puede leer en el viaje al trabajo) algunos libros de la segunda mitad del XIX y principios de la república. Como se sabe, la historia que se enseña en la escuela tiene dos propósitos: "acomodar" los hechos del pasado a la ideología oficial del momento, y hacer que la historia del país parezca tan aburrida que nadie se interese en seguir leyendo. Todos los gobiernos hacen eso, pero los gobiernos totalitarios lo hacen con mucho más "talento".


Y luego se entera uno de que con Esteban Bellán —primer latino en las Grandes Ligas y "padre del beisbol cubano"— no se podía hablar más que de pelota y de faldas, que los próceres del 68 dejaban a la esposa en casa y se iban a la manigua con las queridas, que Juan Gualberto Gómez y Rafael Montoro eran duelistas consumados, que el 10 de octubre no fue el primer "grito" de independencia, que la esposa del Apóstol "era un plomo", que Máximo Gómez y Estrada Palma se declararon anexionistas en una cena en New York en 1899, que en 1890 Luisa "la Polla" deleitaba al público habanero con el baile del papalote en el teatro Cervantes (solo para caballeros), que en Cuba, a diferencia de otros países, el sable de duelo se podía afilar por el filo y el contrafilo, que la Constitución de Guáimaro no fue la primera, que la primera "peña" beisbolera del Parque Central data del siglo XIX, y que nuestro primer feminista fue el anexionista más convencido e ilustrado que ha tenido Cuba. Y confieso que todas esas son "noticias frescas" para mí.


Llevo casi un mes sin colgar nada en este blog a causa de problemas estomacales. (Y por "problemas estomacales" quiero decir que he estado dedicado a tareas encaminadas a llenar el estómago propio y el de los otros habitantes de esta casa.) Pero si el tiempo y el estómago lo permiten, comentaré en próximos posts esas lecturas recientes. Y volveré al tema de "la reconciliación", aunque sea "un plomo", como dicen las malas lenguas que fue doña Carmen Zayas Bazán, a quien Dios tenga en la gloria.



Sunday, May 20, 2012

Un espléndido futuro: profecía del 20 de mayo

El titular de The New York Times del 25 de marzo de 1902 parece obra de un adivino con macabro sentido del humor: "Presidente electo Palma lleno de esperanza / Un futuro espléndido le espera a Cuba independiente, piensa él."

"Piensa él", lo cree, lo sueña. Un futuro espléndido, dice. Por supuesto, Mr. Palma, por supuesto. Espléndido, quién lo duda.


El buen señor ha sido elegido presidente de Cuba a distancia. Máximo Gómez, hombre de inescrutables lealtades, le había hecho la campaña. El viejo Gómez, siempre haciéndoles campañas —guerreras o presidenciales— a cubanos más o menos indolentes. Y después se quejan los cubanos de que tuviera malas pulgas. El hombre en quien Martí veía anhelos dictatoriales mendigando votos para un señor de bigote amazónico que hace 27 años que no pone un pie en Cuba. Un futuro espléndido, cómo no.


Estrada Palma, con el pellejo amoratado por los largos inviernos de Central Valley, ha preferido esperar hasta el último momento para regresar al país que le entregan ahora como la charola de la abuela que ningún nieto quiere realmente llevarse a casa. Ha esperado, con su mujer hondureña y sus hijos gringos, y con su no menos gringo pasaporte, a que Gómez le gane guerra y elecciones. Y ahora va a volver. Y el futuro le parece espléndido. El futuro de un país del que no tiene la menor idea. Y es que no hay nada como la ignorancia para ser optimista.



Durante los últimos años, más allá del viajecito a New York que daba Estrada Palma cada 10 de octubre para hacerle el prólogo a Martí en el Hardman Hall, ¿cuál habrá sido su relación con esa isla por la que alguna vez guerreó con valor? Pero ahora vuelve, optimista, a presidirla.

Hace hoy 110 años que tomó posesión de su cargo. La historia dice que fue tímido y honrado al ejercerlo, como un maestro de escuela de Central Valley. El futuro, que ahora es nuestro pasado, no fue tan espléndido como esperaba. ¿Lo esperaba o era lo que tenía que decirle al periodista en aquella tarde de 1902? No importa. Lo que importa es que el asunto no resultó ser tan espléndido. Y sin embargo...


Aquel país que estrenó hace hoy 110 años tenía un futuro espléndido... al menos en la imaginación de los que fueron construyéndolo piedra a piedra y de los millones que fueron desde Cantón o Haití, de las Islas Canarias, de Polonia o el Líbano o Galicia, convencidos de que el futuro sería espléndido, un futuro que cada cual arreglaba a su manera, porque espléndido, como casi todas las palabras, tiene un sabor distinto en cada boca. Y finalmente Estrada Palma tuvo su estatua, mirando a una avenida espléndida, con una muchacha hermosa a sus pies, lista para escuchar con oídos de mármol cada palabra de aquel profeta ingenuo.



Monumento a Estrada Palma en Calzada y G.
(Foto tomada del blog Pinceladas.)
Luego llegaron otros que iban a construir un futuro luminoso y uniforme. Y comenzaron por arrancar de cuajo la estatua de don Tomás, que era un insoportable monumento a la mesura y la ingenuidad. Quedaron sólo los pies de nuestro tímido  Ozymandias

Uno se burla ahora del pobre Estrada Palma, de su traje de agente de pompas fúnebres, de su ilusión infantil, de su bigote, de sus zapatos huérfanos. Pero l
o cierto es que hoy, en esa misma isla, el único futuro espléndido que la gente logra imaginar es poder largarse. Largarse a Cantón o Haití, a las Islas Canarias, a Polonia o al Líbano o a Galicia, pero largarse a un lugar donde uno pueda ser ingenuo, aunque en el fondo sepa que ningún futuro es espléndido. Tendría que ocurrírsele a alguien buscar esa estatua, donde quiera que esté, y ponerla de nuevo sobre sus pies destrozados, y tratar de comenzar de nuevo con la misma ingenuidad alelada que estrenó don Tomás Estrada Palma hace hoy 110 años y una eternidad.

Thursday, March 8, 2012

Por qué Máximo Gómez no podía pagar la cena en el Hotel Griffou

[Este es el tercer post sobre el Hotel Griffou y la relación de ese hotel con la historia de Cuba. El primer post sobre este tema se titula Hotel Griffou, 1884: El insoportable aroma en las axilas cuartelarias del GeneralísimoEl título del segundo es El efímero fervor de José Martí: de vuelta al Hotel Griffou.]

La causa original del affaire Griffou fue el dinero, como tantas veces sucede en esta vida. Según cuenta Eusebio Hernández, entre otros, el acaudalado patriota cubano Félix Govín, residente en New York, había prometido a Gómez y a Maceo donar cien mil pesos y buscar dos amigos que donaran cada uno cincuenta mil, "si juntos [Gómez y Maceo] se ponían al frente del movimiento". En esos días de octubre, relata Eusebio Hernández, Govín informó a los conspiradores que no podría ayudarlos, pues "en aquellos momentos tenía pendiente una reclamación al gobierno español que fracasaría si le demostraban que alentaba una revolución separatista". (Félix Govín sabía de los riesgos que corría: en 1873 se le habían embargado sus bienes en EE.UU. a petición del gobierno español por colaborar con los insurrectos, como puede ver el lector en esta Colección de documentos del Congreso de Estados Unidos publicada en 1893.)

Fue por esa razón que se decidió enviar a los líderes del movimiento, de dos en dos, a diversos países a buscar financiamiento. Maceo y Martí irían a México. Ese era el tema de la conversación en que Gómez le dijo a Martí aquello de "limítese Ud. a lo que digan las instrucciones, y lo demás el Gral. Maceo hará lo que deba hacerse". Y así comenzó el affaire Griffou.
Dos años más tarde, el Plan Gómez-Maceo, sin el dinero de Félix Govín, fracasaría. ¿Se habrían unido Gómez y Maceo originalmente porque esa era la condición de Govín para financiar la guerra? ¿Cuánto influyó el incumplimiento de su promesa en el fracaso de ese plan? ¿Qué hubiese sido de Martí si Maceo y Gómez —después del Griffou— hubiesen podido conseguir el dinero necesario para llevar adelante su proyecto? 

En fin, cuenta Eusebio Hernández que unos meses más tarde, cuando él regresó de París —adonde fue enviado en una fallida misión de recaudación de fondos—, Gómez no tenía ni con qué pagar el hospedaje en el Hotel Griffou, adonde había regresado de nuevo. Tiene que haber sido duro pasar de la esperanza de recibir $200 000.00 a no tener con qué comprar una cena en el Griffou, que por esa época costaría sólo 75 centavos, como indica este menú del hotel, de 1892, que se conserva en la Biblioteca Pública de New York (Ver más abajo). ¡Como habrán saboreado nuestros pobres mambises esos banquetes de perca frita, pollo con champiñones, pierna de cordero, piñas y demás delicias! (Habrá un post sobre la persona que probablemente le conseguía la cena a Gómez cuando este andaba sin fondos; y, de paso, trataré de explicar por qué las papas eran "a la lionesa"*.) 



Menú de la cena del Hotel Griffou. 17 de junio de 1892. New York Public Library 

Con Martí fuera de la escena y los líderes mambises sin dinero, la larga postdata del affaire Griffou fue amarga y fértil en insultos. Para constatarlo me ha resultado muy útil el ensayo "La polémica de Martí, Gómez y Maceo en 1884", con el que Carlos Ripoll presenta tres cartas inéditas que acababa de hallar. [Ripoll no da la fecha del hallazgo ni de la redacción de su ensayo, pero José M. Hernández cita la carta de Maceo a Arnao en su libro Cuba and the United States: Intervention and Militarism, 1868-1933, University of Texas Press, 1993, y luego cita la carta de Gómez a Arnao como proveniente del libro Martí: letras y huellas desconocidas, de RipollLos otros datos que Ripoll presenta en este ensayo, más allá de las tres cartas inéditas, parecen estar basados en la conferencia de Eusebio Hernández que he mencionado antes.] 

L
as cartas halladas por Ripoll son penosamente reveladoras. Gómez, que en la nota de la que hablé en el primer post sobre este tema achacaba el malentendido a diferencias personales, en la carta del 20 de enero de 1885 a Juan Arnao (hallada por Ripoll) revela otro matiz del asunto: "Respecto a la negativa de Martí, no me extraña. Martí desde el primer día que me conoció en New York se hubiera separado, pero no encontraba un medio hábil, hasta que la casualidad se lo dio. Y digo se hubiera separado, porque él no es hombre que puede girar en ninguna esfera sin la pretensión de dominar". Es un juicio malicioso, pero en el fondo es un reconocimiento de la capacidad de liderazgo de Martí. Y en cierto sentido, esa apreciación habla bien de la agudeza de Gómez, aunque no lo hace parecer generoso. 

Pero Martí aún no es una figura de peso en el mundillo de la política cubana, y  Gómez parece entender que nunca lo será: "He aquí, amigo mío, ni más ni menos, las reflexiones de ese joven a quien es preciso dejar tranquilo, que ya iremos a luchar por hacerle patria para él y sus hijos. No nos ocuparemos más de esas pequeñeces, esos átomos que nada influyen en los destinos de los pueblos". A los veteranos del 68, evidentemente, les resultaba difícil olvidar que Martí había preferido ser espectador y no soldado en las dos guerras anteriores.
 

La carta de Maceo, escrita el día que su autor cumplió cuarenta años, el 14 de junio de 1885, es más dura aún. 
¿Qué importa pues la doblez y la falsía de unos pocos, si se cuenta con la abnegación y probado patriotismo de los más? ¿Acaso admiten paralelo, por más que a todos los prohijó el mismo suelo? Mas, poco importa; sin ellos y contra ellos nuestra obra se realiza, sin que basten a impedirla sus maquiavélicos planes que basan en la infamia y la calumnia. Concretando especial y determinadamente estos comentarios a un solo individuo, que lo designaremos Dr. Martí, debo agradecerle los antecedentes que relativos a su conducta Ud. ha tenido la bondad de proporcionarme: también al amigo Rubiera he de agradecerle igual servicio. Conocidas como son las retrógradas tendencias del amigo que nos ocupa, debe Ud. procurar el concurso de los que, amantes de su Patria, aspiren al bien de ella para que unidos así combatan en todos los terrenos tan fatal elemento. 
Gómez y Martí se reconciliarían y llegarían a ser muy cercanos. Maceo, a pesar de las continuas muestras de admiración y cariño de Martí en los años subsiguientes, nunca cambiaría realmente la opinión que expresa en esa carta. Cuenta el general Enrique Loynaz del Castillo en sus Memorias de la guerra (Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1989, páginas 212-215) que el 10 de octubre de 1895, tras pasar el día en Dos Ríos para ubicar el lugar exacto de la muerte de Martí, regresó al campamento de Maceo, donde este lo invito a cenar "por primera y única vez". Durante la cena, Loynaz hablaba en los términos más elogiosos —y emocionados— de Martí. De pronto, Maceo, ya impaciente, lo interrumpió: "Sí, es verdad que Martí era un gran abogado..." Martí seguía siendo para él aquel "Dr. Martí" de la carta de 1885. Cuenta Loynaz que refutó a Maceo, sabiendo que eso no beneficiaría en nada su carrera como oficial del Ejército Libertador.

Continuará...
 

* Agradezco una vez más a mi prima Paula Masson sus traducciones del francés —rápidas, eficientes y nunca remuneradas por mí.

Monday, March 5, 2012

El efímero fervor de José Martí: de vuelta al Hotel Griffou


Martí. Óleo sobre tela. Jorge Báez, 1984
Mientras escribía el post anterior (Hotel Griffou, 1884: El insoportable aroma en las axilas cuartelarias del Generalísimo), hallé otros detalles que quizás puedan interesar al lector. Veamos...

1. Esa hospedería de mambises ensimismados, libertos literarios y escritores liberales, [1] tuvo para Martí —y para Cuba— una importancia mayor de la que suele dársele en nuestra historia escolar (que es casi toda la historia que tenemos). Porque el desencuentro de Martí con Gómez y Maceo —llamémoslo el affaire Griffou—, se presenta generalmente despojado de su conexto. Ese contexto lo he ido hallando a retazos en diversos rincones del Internet, en libros y revistas, durante las últimas tres semanas. Quizás el texto más iluminador que he desandado sea la conferencia que el general y doctor Eusebio Hernández diera en La Habana el 
27 de abril de 1913 con el título de "El período revolucionario de 1879 a 1895", y que se publicó en julio 1914 en la Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. Recomiendo encarecidamente su lectura a cualquier persona interesada en la historia del affaire Griffou o en la historia de Cuba en general.


2. El 20 de julio de 1882, dos años y tres meses [2] antes de la conversación en el Griffou, Martí escribe dos cartas que envía con Flor Crombet. La primera está dirigida a Máximo Gómez, y comienza explicándole al General por qué no ha escuchado nunca el nombre de Martí: "El aborrecimiento en que tengo las palabras que no van acompañadas de actos, y el miedo de parecer un agitador vulgar, habrán hecho sin duda, que Vd. ignore el nombre de quien con placer y afecto le escribe esta carta." La segunda es para Antonio Maceo. Martí no pierde tiempo en abordar el problema racial, en un tono curiosamente didáctico, y termina su carta para Maceo de la misma manera que comienza la de Gómez: aclarando que el destinatario nunca ha oído hablar de él: "Tal vez, por mi odio a la publicidad inútil, ignore Vd. quien escribe esta carta. Flor Crombet se lo dirá. Y yo le digo que se la escribe un hombre que sabe cuanto Vd. vale, y lo tiene en tanto."

3. Martí achaca a su humildad el hecho de que los dos jefes no lo conozcan. (Se necesita muy buena prosa para alardear así de ser humilde sin hacer el ridículo.) Sin dudas hubiese sido más incómodo para él decir que no lo conocen porque no ha participado en las dos guerras recientes —en la que sus dos corresponsales han echado buena parte de sus vidas. 
La carta a Maceo es de menos vuelo, menos compleja que la de Gómez. Por el tono de ambas, escritas el mismo día, el lector se lleva la impresión de que Martí considera a Maceo un hombre más elemental que Gómez. La vida no le alcanzaría a Martí para borrar las consecuencias de ese malentendido inicial. 

Izquierda: Hotel Griffou, 1954, en Ámbito de Martí. Derecha: Foto actual (Tersites Domilo)

4. Maceo y Gómez llegan a New York el miércoles 1 de octubre de 1884. En el muelle los esperan Eusebio Hernández y Flor Crombet, viejos conocidos de la Guerra de los Diez Años, amigos de Martí también y hospedados desde hace días en el Hotel Griffou, que en esos días era una especie de cuartel general mambí. Dice Eusebio Hernández en la conferencia que ya mencioné: "En New York nos hospedamos en la calle 9 núm. 21, Este, [3] Hotel de familia de Mme. Griffou de Muro, en donde habían parado casi todos los insurrectos de la revolución del 68, huéspedes de New York, desde Bembeta hasta Antonio Maceo." De modo que no eran Gómez y Maceo los únicos mambises que se hospedaron en esa ocasión en el Griffou, ni sería esa la única ocasión en que el hotel se llenara de cubanos, tema que trataré en otros posts. Jorge Mañach, por su parte, afirma en Martí, el apóstol, lo siguiente: "El cuarto del hotel de familia de madame Griffou, donde Crombet y Hernández se alojaron, no se vaciaba de humo de tabaco prieto, ni de frases encendidas."


5. Diversos testimonios indican que Martí se encuentra con Gómez y Maceo el 2 de octubre. 
Nunca se habían visto antes. ¿Se habrán conocido entonces en el Hotel Griffou? Es probable. Ese día, el 2 de octubre de 1884, Gómez y Maceo eran para los cubanos de la diáspora dos héroes homéricos. Martí, por el contrario, no es más que un joven abogado que ha tenido escasa labor conspirativa en la isla, y que hace sólo un año ha comenzado a adquirir cierto liderazgo entre los cubanos de New York. 

6. No sería extraño que Martí hubiese idealizado a los dos héroes de una guerra en la que él no participó. Conocer a Gómez y a Maceo personalmente pudo haber sido una desilusión: es lo que suele suceder cuando uno conoce finalmente a las personas que idolatra desde lejos
. Pero el hecho esencial es este: el discurso que dioel 10 de octubre de 1884 —cuyo texto parece no haber perdurado— tuvo que ser un momento clave para Martí. Ese mismo día había renunciado a su cargo de cónsul de Uruguay en Nueva York para dedicarse a la causa de Cuba sin restricciones. Por primera vez este "recién llegado" hablaba ante los líderes del 68. Que diez días después ese mismo admirador emplazara a sus héroes en una carta como la del 20 de octubre, revela mucho más acerca de Martí de lo que nos puede sugerir ese texto aislado de sus circunstancias.
Izquierda: Hotel Griffou, 1899. Derecha: Foto actual (Tersites Domilo)
7. De ese contexto seguiré hablando en el próximo post. Creo que la carta de Martí a Gómez —escrita el día en que se cumplían dieciséis año del "estreno" del himno de Bayamo—, sería razón suficiente para hacer del 20 de octubre el "Día de la Cultura Cubana". Vuelva el lector a ambos textos —el himno y la carta— y hágase la pregunta: ¿Cuál de los dos expresa mejor nuestro talante, nuestros dones y limitaciones? 

Continuará...


1 No se trata de una enumeración ociosa. De esos "mambises ensimismados" trata este post. Habrá otros para describir a los "
libertos literarios" y a los "escritores liberales". 
2 En la famosa carta a Gómez del 20 de octubre de 1884, Martí se refiere a esta carta como escrita "hace tres años", pero debe ser un olvido: en realidad, hacía sólo dos años y tres meses que la había escrito.
3 En realidad es "Oeste". El error se repite en casi todos los textos de la historiografía cubana sobre estos hechos.

Thursday, February 23, 2012

Hotel Griffou, 1884: El insoportable aroma en las axilas cuartelarias del Generalísimo

Hotel Griffou, hacia 1900-1905
A principios de febrero, una colega me comentó que había asistido a una cena martiana en el restaurante Hotel Griffou, en el #21 oeste de la calle 9 del bajo Manhattan. El restaurante, me dijo, lleva el nombre de la antigua pensión que existía en ese lugar en el siglo XIX, y en la que Martí se había entrevistado con Gómez y Maceo. No recordaba ese hotel o pensión, de modo que esa noche, picado de curiosidad, revisé mi ejemplar de Ámbito de Martí, el libro de Guillermo de Zéndegui, publicado en 1954. Efectivamente, allí estaba, con foto y todo, el susodicho hotel. (La foto de la derecha es anterior a la del libro de Zéndegui, pero habrá otro post para explicar esos detalles.)

Busqué entonces en Internet y descubrí dos artículos sobre el restaurante, ambos con referencias al antiguo Hotel Griffou, que le da nombre. Uno fue publicado en el periódico The New York Observer el 7 de julio de 2009, (Griffou’s Wilde Past, de Jean Nathan
), y otro en el blog Penúltimos Días cuatro meses más tarde, el 6 de noviembre de 2009 (En el Hotel Griffou, del novelista cubano José Manuel Prieto).

Varios detalles de ambos artículos me llamaron la atención por diversas razones. Buscando respuestas a las preguntas que tenía sobre ambos, hallé varios datos curiosos que comentaré en este y otros posts. Aquí va el primero. 


En su artículo en Penúltimos Días, Prieto afirma lo siguiente sobre el Hotel Griffou:

En una de sus habitaciones se dio la famosa discusión entre Gómez y Martí sobre un tema que a pesar de los muchos años transcurridos nada ha perdido en urgencia. Hablaron los dos hombres, el avezado general y el joven Martí (31 años ese día) sobre la división de mando político y civil. La discusión ocurrió, consignan los libros de texto, “mientras Gómez se aseaba”. No sabemos si este detalle pudo haber ofendido particularmente a Martí. Que Gómez se aseara en su presencia. O bien que hablara con él a través de la puerta entornada del baño, que hiciera sus abluciones a la vista de Martí… El airado tono de su célebre carta: “No se funda, general…” ¿habrá tenido algo que ver con ciertos modales de campaña que Martí descubrió en Gómez? No sé, no podemos saberlo.

Me sorprendió la frase sobre el aseo de Gómez en presencia de Martí
. Jamás había escuchado ese detalle que, según Prieto, 'consignan los libros de textos'. La tesis esencial del sugerente artículo de Prieto es que esa puerta, entornada según él, pudo haber sido la causa original de que Martí, once años después (Prieto dice 'catorce años antes', pero debe ser un lapsus mentis: entre 1884 y 1895 hay sólo once años), desobedeciera a Gómez en Dos Ríos y pagara con la vida su imprudencia. Es como si la suerte misma de nuestra república hubiese girado sobre las enmohecidas bisagras de la puerta de un baño del Hotel Griffou.

Me dediqué a buscar la fuente de donde procedían los detalles que menciona Prieto. Leí la famosa carta de Martí a Gómez, escrita dos días después del encuentro. Leí también la desgarradora carta de Martí a Manuel Mercado sobre el encontronazo con Gómez, así como otros textos donde hace referencia a lo sucedido en el Hotel Griffou: la carta rimada a 
Enrique Estrázulas, la carta a Francisco Domínguez y José Alfonso Lucena, la carta a Enrique Trujillo, el director de El Avisador Cubano, la carta 'a los cubanos de Nueva York' (23 de junio de 1885)*. En ninguno de esos textos Martí describía el detalle que, según Prieto, podría haber sido el catalizador del conflicto. 

No hallé nada que Antonio Maceo hubiese escrito al respecto. (Maceo estuvo presente en la huracanada conversación de ese día.) 
Luego leí la nota que escribió Máximo Gómez sobre los hechos pocos días después de ocurridos. Gómez sí describe en detalle lo sucedido en su hotel. Veamos:
En estos días de fatigosa espera seguía Martí visitándome, y como era natural, hablando siempre del mismo modo y con igual calor de nuestro plan revolucionario. Ya notaba yo que él se permitía hacerme muchas indicaciones inusitadas que no tenían razón de ser, y que no correspondía hacerlas al que se le confía la dirección de un asunto —mas yo con blandura lo contenía en los límites que he creído que él puede llegar, para no perjudicarnos dejando el mando de la nave a muchos capitanes, hasta que haciendo caso omiso del Gral. A. Maceo, que era el jefe designado para la comisión, me dijo que (sus palabras textuales) "al llegar a México y según el resultado de la comisión..." —yo no lo dejé concluir, con tono áspero— (mis palabras textuales) "vea, Martí, limítese Ud. a lo que digan las instrucciones, y lo demás el Gral. Maceo hará lo que deba hacerse", nada más dije, y me contestó tratando de satisfacer mi indicación, apenas le oí, un criado me avisó de un baño que hacía días pensaba darme, —no había podido ser así por no tener lugar—, y aprovechando el momento, dejé a Martí con el Gral. Maceo, presente siempre en nuestras conversaciones. Durante mi momentánea ausencia, no sé lo que dicho Gral. habló con Martí, pero se deduce por el sentido de la carta. Cuando yo regresé, aún encontré al señor Martí en mi cuarto; a poco se despidió de mí de un modo afable y cortés. Solos yo y el Gral. Maceo, me dijo este, "este hombre, Gral., va disgustado con nosotros". Tal vez, le contesté yo, y no hablamos más una palabra.
Como es evidente, hay diferencias irreconciliables entre el relato de Máximo Gómez y el artículo de Prieto. La nota de Gómez menciona la presencia de Maceo, dice claramente que él (Gómez) no podía escuchar la conversación de Martí con Maceo mientras se aseaba, y que había salido del cuarto para ir al baño. Era común en las hospederías de fines del siglo XIX en New York que el baño fuera compartido y estuviera fuera de las habitaciones, y el texto de Gómez sugiere que así era el el Griffou. En el artículo de Prieto, por el contrario, Gómez y Martí conversan a través de la entornada puerta del baño mientras el primero hace sus abluciones. La imagen es chocante, por supuesto, y en ella basa Prieto su tesis. ¿Habrá hallado Prieto un documento que contradiga la versión de Gómez? En ese caso, sería extraño que no explique su hallazgo.

La nota de Gómez que cito ha sido parte de la historiografía cubana desde hace al menos ochenta años. Se halla reproducida en libros como Papeles de Martí: Archivo de Gonzalo de Quesada, (Imprenta "El Siglo XX", A. Muñiz y Hno., 1933), Antonio Maceo: apuntes para una historia de su vida, de José Luciano Franco (Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1989) o en Destinatario José Martí, de Luis García Pascual (Editorial Abril, La Habana, 2005).


¿Habrá descubierto alguien que Gómez mintió en esa nota? He fatigado los rincones virtuales del Internet sin hallar ninguna referencia que pusiera en duda el relato de Gómez. Eusebio Leal, en un extenso ensayo sobre la figura de Maceo, hace referencia al incidente en concordancia con el relato de Gómez, y sin ponerlo en duda. Hay también un excelente ensayo de Carlos Ripoll sobre el tema, escrito a raíz del descubrimiento de tres cartas inéditas sobre la famosa polémica. Dos de las cartas son de Maceo, la otra es de Gómez. Ripoll —un reconocido experto en temas martianos— tampoco hace ninguna alusión a nada que contradiga la descripción de Gómez.

Máximo Gómez y su familia, 1904. (Milwaukee Public Museum)
¿Cuáles son entonces esos 'libros de texto' donde Prieto halló una versión de los hechos distinta a la de Máximo Gómez? ¿Será acaso que escribió el artículo confiando en la memoria y esta le jugó una mala pasada? (Se me ocurre porque Prieto también conjetura que Martí "se marchó, estoy seguro de ello, dando un portazo. O bien educadamente." Sin embargo, Gómez afirma claramente que Martí "se despidió de [él] de un modo afable y cortés".) 

En fin, de todo esto, a mí lo que más me llama la atención es la frase de Gómez sobre ese "
baño que hacía días pensaba darme". ¿Cuántos días habrá estado el Generalísimo absteniéndose de agua y jabón? ¿Cuál sería entonces el olor de sus invictas axilas aquella mañana del sábado 20 de octubre de 1884? ¿Habrá sido ese aroma insoportable el que enfureció a Martí y decidió a la larga el destino de Cuba?

En subsiguientes posts comentaré otros detalles de ese texto, así como del artículo publicado en The New York Observer. He hallado un par de cosas interesantes relacionadas con el Hotel Griffou. 


*Quien desee leer todos los documentos que menciono puede visitar La página de José Martí, excelente sitio web donde se hallan muchos documentos organizados temáticamente.