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Thursday, August 2, 2012

Jineteras coloniales: La prostitución en La Habana a fines del siglo XIX

Prostituta londinense de fines del siglo XIX.
Foto tomada del blog Revolting Developments.
Hay ciertos asuntos que uno va dejando para mañana y para pasado... hasta que un día se le acaban las justificaciones. Eso es lo que me ha pasado con la historia de Cuba. Por eso en los últimos meses he estado leyendo cubanerías. Y de vez en cuando hallo cosas interesantes, para mi sorpresa. 

Las prostitutas decimonónicas, por ejemplo, pueden ser interesantes. L
a semana pasada y esta he leído tres libros sobre el caso: La prostitución en la ciudad de la Habana, del Dr. Benjamín de Céspedes y Santa Cruz (1888); El amor y la prostitución: réplica a un libro del Dr. Céspedes, de Pedro Giralt (1889); y el Reglamento para el régimen de la prostitución en la ciudad de la Habana (1894).  

El primero de esos libros es el más interesante. Céspedes fue médico encargado de los prostíbulos de La Habana y tenía un conocimiento minucioso del tema. En su libro describe el mundo de la prostitución habanera con chancros y señales: en la calle de la Bomba había 31 casas de tolerancia —hay una lista de los 236 prostíbulos oficiales, ordenados por sus calles—, los lupanares chinos servían también como fumaderos de opio, la prostitución masculina era tan floreciente que las chicas de la vida alegre la consideraban una peligrosa competencia, 
la edad límite de las "pupilas" era quince años —y que esa ley se violaba frecuentemente, casi la mitad de los niños habaneros nacían fuera del matrimonio, el quince por ciento de los enfermos atendidos en los hospitales públicos de La Habana padecían de enfermedades venéreas, había prostíbulos clandestinos donde las "pupilas" era niñas entrenadas en las artes de la masturbación y la felación, a las que sin embargo mantenían vírgenes hasta la pubertad para vender sus hímenes en subastas... en fin.

Por otra parte, el libro de Céspedes desborda un racismo repugnante, hitleriano y pacato al mismo tiempo, un racismo de vértigo, casi imposible de leer o describir. Basten dos párrafos como ejemplo:


Una fatalidad antiquísima, verdadera desgracia moral heredada, corroe la infeliz raza de color, explotada ayer como servil instrumento de trabajo, y hoy como carne de lujuria. Pero esa raza impenitente, después de diez años de redención, es hoy más esclava que nunca, de su indolencia, sus vicios y depravaciones. Si al menos como el estiércol aislado, ella se destruyera sin contagios, en su podredumbre; pero no, su contacto íntimo inficiona [sic] todo cuanto toca; la raza de nuestras desgracias, habrá de servir de vehículo también de nuestras miserias [...]. 
En el organismo linfático de la sociedad cubana, el abceso supurante de la prostitución radica en las costumbres de la raza de color [...] las uniones carnales más peligrosas para la salud y la moral pública, son las que se establecen entre individuos de diferentes razas y condiciones. De esta mancomunidad viciosa de las razas, brotará el tipo mestizo: la mulata. [...] La prostitución de la raza de color, a diferencia de la blanca, es por lo general prolífica, y estos seres se multiplican como poluciones de microbios en una maceración podrida. Desde la cuna acompaña a la mulata el cortejo de enfermedades hereditarias: la escrófula, la sífilis y el raquitismo, transmitidas por sus degenerados progenitores. Ellas heredan también los rasgos deformes físicos y morales de la raza africana, y los más vulgares de la raza blanca.

Sus ataques contra los homosexuales no son menos terribles, aunque no tan numerosos. Y no habla mucho mejor de los chinos o los españoles. Y ahora bien, ¿quién se atrevería a escribir un prólogo para un libro que contiene párrafos tan monstruosos como los anteriores? Pues lo escribió —pasado mañana hará 124 años— don Enrique José Varona, el mismo señor que siete años después, tras la muerte de Martí, se convertiría en el director del periódico Patria. (¿Qué pensarían Maceo y los otros héroes negros del Ejército Libertador sabiendo que quien dirigía el órgano oficial de la revolución había avalado ocho antes párrafos como estos?) Ese mismo Varona a quien se recuerda hoy como el antiimperialista ejemplar y la conciencia moral de la nación en las primeras décadas de la República. 

¿Por qué habrá respaldado con un prólogo semejante libro? El Dr. Benjamín de Céspedes, además de ser un racista patológico, se consideraba patriota cubano: era un defensor de los criollos que culpaba de todos nuestros males a los españoles, a los cubanos negros recién salidos de la esclavitud y a los inmigrantes chinos que poblaban La Habana de su época. Quizás eso bastó a Varona; pero es difícil imaginarse cómo alguien puede obviar el racismo virulento del Dr. Céspedes. Y ahí tenemos otro indicio de que la historia de los libros de texto es siempre antónima de la realidad, y que las prostitutas suelen ser mejores personas que sus críticos más apasionados.

8 comments:

  1. Nada... que uno nunca sabe para quién trabaja. Muy interesante lo que escribes y difícil de asimilar que una persona "instruida" plasme para la historia sus prejuicios disfrazados de hechos científicos. Saludos.

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  2. Que cosas tiene la historia, gracias Tersites.

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  3. impresionante hallazgo, estimadisimo... muy bueno el post.

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  4. Me encantaria poder leer los,libros, si los tienes digitales pliz,muy lindo tu eapacio, gracias por comparitir, un beso desde Cuba

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  5. Ya leí el primero, ahí voy pa'l segundo.

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