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Sunday, February 24, 2013

Si el tango es cubano...


Hace unos días colgué aquí mi traducción de la primera parte de un un largo artículo de Winthrop Sargeant de 1946 sobre la música cubana: "Cuba's Tin Pan Alley". Como dije en ese post ("Cuba sin música, ¿una república bananera más?"), pondré esta semana, en dos partes, el resto del artículo de Sargeant. Pero antes quieron agregar algo[Quien quiera leer el artículo completo en español y sin comentarios, puede ver mi traducción íntegra en el post "El Tin Pan Alley cubano".]

Varias personas han comentado la afirmación de Sargeant sobre el origen cubano del tango. Dice Sargeant: "Los cubanos inventaron también el tango, que exportaron a Argentina, dando así a los argentinos la forma musical que luego se convertiría en la más característica de su folclore". Se preguntan algunos lectores sobre qué opinarán los argentinos al respecto. Los cubanos compartimos la noción —errónea e injusta, por supuesto— de que la historia de la música argentina se resume al tango y al Dúo Pimpinela. 
Y cualquier teoría que reduzca ese acerbo musical exclusivamente al Dúo Pimpinela difícilmente sería una buena noticia para nadie. De ser cierto lo que sugiere Sargeant, y teniendo en cuenta las más recientes versiones de la biografía de Gardel, algún malintencionado podría decir que el tango es un ritmo cubano que popularizó un francés criado en Uruguay.   

La idea de que el tango proviene de Cuba era moneda común desde la segunda década del siglo XX. Los ejemplos abundan, pero baste, como muestra, citar lo que dice Blasco Ibañez en Los cuatro jinetes del Apocalipsis, su novela de 1916:



"Un nuevo placer había venido del otro lado de los mares para felicidad de los humanos. Las gentes se interrogaban en los salones, con el tono misterioso de los iniciados que buscan reconocerse: «¿Sabe usted tanguear?...» El tango se había apoderado del mundo. Era el himno heroico de una humanidad que concentraba de pronto sus aspiraciones en el armónico contoneo de las caderas, midiendo la inteligencia por la agilidad de los pies. Una música incoherente y monótona, de inspiración africana, satisfacía el ideal artístico de una sociedad que no necesitaba de más. El mundo danzaba... danzaba... danzaba. Un baile de negros de Cuba introducido en la América del Sur por los marineros que cargan tasajo para las Antillas conquistaba la tierra entera en pocos meses, daba la vuelta á su redondez, saltando victorioso de nación en nación... lo mismo que la Marsellesa. Penetraba hasta en las cortes más ceremoniosas, derrumbando las tradiciones del recato y la etiqueta, como un canto de revolución: la revolución de la frivolidad. El Papa tenía que convertirse en maestro de baile, recomendando la «furlana» contra el «tango», ya que todo el mundo cristiano, sin distinción de sectas, se unía en el deseo común de agitar los pies, con un frenesí tan incansable como el de los poseídos de la Edad Media."

Por otra parte, todo se podría tratar de un mal entendido. La definición de "tango" que da Esteban Pichardo en su Diccionario provincial casi-razonado de vozes cubanas de 1862 podría explicarlo. Pichardo afirma que el tango es una "r
eunión de negros bozales para bailar al son de sus tambores y otros instrumentos". ¿Podría ser acaso que hemos llamado "tango" a cosas absolutamente distintas para luego llegar a confundirlas? ¿O será por el contrario que el tango nació en Cuba en el siglo XIX en aquellas reuniones esclavos recién llegados de África que menciona Pichardo?

Pronto pondré mi traducción de la segunda y la tercera partes del artículo de Winthrop Sargeant. Hasta entonces.

Monday, July 16, 2012

José Martí le tenía pavor a la moringa (probablemente)

Ómnibus tirado por caballos. Foto tomada del sitio Chron.com
Nunca me había leído un diccionario así, de punta a cabo, como si fuera una novela de capa y espada de Dumas o la biografía soft-porn de Casanova. Pero el Diccionario provincial casi-razonado de vozes cubanas de Esteban Pichardo se puede leer de un tirón, porque algo tiene de aventura, aunque le falte lo de Casanova. Esteban Pichardo publicó la primera edición de su diccionario en 1836. La que me he leído es la "tercera edición, notablemente aumentada y corregida", de 1862. (La cuarta y última edición es de 1875.) Entre otras perlas, allí encontré, en la página 185, esta definición:

Moringa.—N. s. f.—Ente fantástico o coco, con cuyo nombre se atemoriza a los niños en la parte oriental. Ahí viene la moringa.
Pensé entonces que Martí tenía nueve años cuando se publicó esta edición, y me pregunté si, a pesar de vivir en La Habana y no en "la parte oriental", doña Leonor le habría dicho alguna vez a José Julián esa frase ("Ahí viene la moringa") para que se durmiera o hiciera las tareas de matemáticas.

Y en la página 120 hallé esta otra definición que no olvidaré jamás... o hasta que el Alzheimer nos separe (a mí y a mi memoria):

Guagua.—N. s. f.—Voz ind.—Introducida hace poco tiempo; pero tan generalizada que todo el mundo la usa aplicándola a cualquiera cosa que no cuesta dinero ni trabajo, o de precio baritísimo, y cuando se espresa en modo adverbial De Guagua, aumenta la significación como absolutamente de valde, sin costo ni trabajo alguno. [...]  || Guagua.— N. s. f.—Especie de coche u ómnibus usados en la Habana para viajar a los suborbios por un estipendio tan barato que le ha merecido la aplicación de aquella palabra, o quizá por la Inglesa Wagon.

Y pensé entonces que el Apóstol, además de temer a la moringa en su infancia, probablemente también sintió en la adolescencia el horror que han provocado siempre las guaguas habaneras, y que yo hasta ese instante no puede imaginar que Martí hubiese conocido. 

Pero de todas las definiciones que he encontrado en el Diccionario provincial casi-razonado de Pichardo, ninguna me ha gustado tanto como la del adjetivo "ético". ¿Qué entendían los habaneros del siglo XIX por "ético"? 

Ético, ca.—N. adj.—vulgar—Tísico -ca. De aquí el verbo recíproco Eticarse o Estar picado de ético, esto es, declararse la tisis en una persona. Pasado, pasadito. Ya sin remedio o esperanza.

Así es, para el cubano del siglo XIX (¿Solo el del siglo XIX?) ético quería decir "ya sin remedio o esperanza". Y pensé que el Apóstol, de cuerpo pequeño y enjuto, habrá sido considerado por sus vecinos como un tipo ético, pero no por las mismas razones que uno se imagina.

Hace exactamente un siglo y medio, cuando se publicó la tercera edición del Diccionario de Pichardo que he leído, en esa Isla la gente se movía en carros tirados por caballos, los niños le tenían miedo a la moringa y ser ético significaba estar enfermo. Ojalá que el Diccionario de Pichardo, aunque es una lectura interesantísima, sea para nosotros cada vez más obsoleto.