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Thursday, March 8, 2012

Por qué Máximo Gómez no podía pagar la cena en el Hotel Griffou

[Este es el tercer post sobre el Hotel Griffou y la relación de ese hotel con la historia de Cuba. El primer post sobre este tema se titula Hotel Griffou, 1884: El insoportable aroma en las axilas cuartelarias del GeneralísimoEl título del segundo es El efímero fervor de José Martí: de vuelta al Hotel Griffou.]

La causa original del affaire Griffou fue el dinero, como tantas veces sucede en esta vida. Según cuenta Eusebio Hernández, entre otros, el acaudalado patriota cubano Félix Govín, residente en New York, había prometido a Gómez y a Maceo donar cien mil pesos y buscar dos amigos que donaran cada uno cincuenta mil, "si juntos [Gómez y Maceo] se ponían al frente del movimiento". En esos días de octubre, relata Eusebio Hernández, Govín informó a los conspiradores que no podría ayudarlos, pues "en aquellos momentos tenía pendiente una reclamación al gobierno español que fracasaría si le demostraban que alentaba una revolución separatista". (Félix Govín sabía de los riesgos que corría: en 1873 se le habían embargado sus bienes en EE.UU. a petición del gobierno español por colaborar con los insurrectos, como puede ver el lector en esta Colección de documentos del Congreso de Estados Unidos publicada en 1893.)

Fue por esa razón que se decidió enviar a los líderes del movimiento, de dos en dos, a diversos países a buscar financiamiento. Maceo y Martí irían a México. Ese era el tema de la conversación en que Gómez le dijo a Martí aquello de "limítese Ud. a lo que digan las instrucciones, y lo demás el Gral. Maceo hará lo que deba hacerse". Y así comenzó el affaire Griffou.
Dos años más tarde, el Plan Gómez-Maceo, sin el dinero de Félix Govín, fracasaría. ¿Se habrían unido Gómez y Maceo originalmente porque esa era la condición de Govín para financiar la guerra? ¿Cuánto influyó el incumplimiento de su promesa en el fracaso de ese plan? ¿Qué hubiese sido de Martí si Maceo y Gómez —después del Griffou— hubiesen podido conseguir el dinero necesario para llevar adelante su proyecto? 

En fin, cuenta Eusebio Hernández que unos meses más tarde, cuando él regresó de París —adonde fue enviado en una fallida misión de recaudación de fondos—, Gómez no tenía ni con qué pagar el hospedaje en el Hotel Griffou, adonde había regresado de nuevo. Tiene que haber sido duro pasar de la esperanza de recibir $200 000.00 a no tener con qué comprar una cena en el Griffou, que por esa época costaría sólo 75 centavos, como indica este menú del hotel, de 1892, que se conserva en la Biblioteca Pública de New York (Ver más abajo). ¡Como habrán saboreado nuestros pobres mambises esos banquetes de perca frita, pollo con champiñones, pierna de cordero, piñas y demás delicias! (Habrá un post sobre la persona que probablemente le conseguía la cena a Gómez cuando este andaba sin fondos; y, de paso, trataré de explicar por qué las papas eran "a la lionesa"*.) 



Menú de la cena del Hotel Griffou. 17 de junio de 1892. New York Public Library 

Con Martí fuera de la escena y los líderes mambises sin dinero, la larga postdata del affaire Griffou fue amarga y fértil en insultos. Para constatarlo me ha resultado muy útil el ensayo "La polémica de Martí, Gómez y Maceo en 1884", con el que Carlos Ripoll presenta tres cartas inéditas que acababa de hallar. [Ripoll no da la fecha del hallazgo ni de la redacción de su ensayo, pero José M. Hernández cita la carta de Maceo a Arnao en su libro Cuba and the United States: Intervention and Militarism, 1868-1933, University of Texas Press, 1993, y luego cita la carta de Gómez a Arnao como proveniente del libro Martí: letras y huellas desconocidas, de RipollLos otros datos que Ripoll presenta en este ensayo, más allá de las tres cartas inéditas, parecen estar basados en la conferencia de Eusebio Hernández que he mencionado antes.] 

L
as cartas halladas por Ripoll son penosamente reveladoras. Gómez, que en la nota de la que hablé en el primer post sobre este tema achacaba el malentendido a diferencias personales, en la carta del 20 de enero de 1885 a Juan Arnao (hallada por Ripoll) revela otro matiz del asunto: "Respecto a la negativa de Martí, no me extraña. Martí desde el primer día que me conoció en New York se hubiera separado, pero no encontraba un medio hábil, hasta que la casualidad se lo dio. Y digo se hubiera separado, porque él no es hombre que puede girar en ninguna esfera sin la pretensión de dominar". Es un juicio malicioso, pero en el fondo es un reconocimiento de la capacidad de liderazgo de Martí. Y en cierto sentido, esa apreciación habla bien de la agudeza de Gómez, aunque no lo hace parecer generoso. 

Pero Martí aún no es una figura de peso en el mundillo de la política cubana, y  Gómez parece entender que nunca lo será: "He aquí, amigo mío, ni más ni menos, las reflexiones de ese joven a quien es preciso dejar tranquilo, que ya iremos a luchar por hacerle patria para él y sus hijos. No nos ocuparemos más de esas pequeñeces, esos átomos que nada influyen en los destinos de los pueblos". A los veteranos del 68, evidentemente, les resultaba difícil olvidar que Martí había preferido ser espectador y no soldado en las dos guerras anteriores.
 

La carta de Maceo, escrita el día que su autor cumplió cuarenta años, el 14 de junio de 1885, es más dura aún. 
¿Qué importa pues la doblez y la falsía de unos pocos, si se cuenta con la abnegación y probado patriotismo de los más? ¿Acaso admiten paralelo, por más que a todos los prohijó el mismo suelo? Mas, poco importa; sin ellos y contra ellos nuestra obra se realiza, sin que basten a impedirla sus maquiavélicos planes que basan en la infamia y la calumnia. Concretando especial y determinadamente estos comentarios a un solo individuo, que lo designaremos Dr. Martí, debo agradecerle los antecedentes que relativos a su conducta Ud. ha tenido la bondad de proporcionarme: también al amigo Rubiera he de agradecerle igual servicio. Conocidas como son las retrógradas tendencias del amigo que nos ocupa, debe Ud. procurar el concurso de los que, amantes de su Patria, aspiren al bien de ella para que unidos así combatan en todos los terrenos tan fatal elemento. 
Gómez y Martí se reconciliarían y llegarían a ser muy cercanos. Maceo, a pesar de las continuas muestras de admiración y cariño de Martí en los años subsiguientes, nunca cambiaría realmente la opinión que expresa en esa carta. Cuenta el general Enrique Loynaz del Castillo en sus Memorias de la guerra (Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1989, páginas 212-215) que el 10 de octubre de 1895, tras pasar el día en Dos Ríos para ubicar el lugar exacto de la muerte de Martí, regresó al campamento de Maceo, donde este lo invito a cenar "por primera y única vez". Durante la cena, Loynaz hablaba en los términos más elogiosos —y emocionados— de Martí. De pronto, Maceo, ya impaciente, lo interrumpió: "Sí, es verdad que Martí era un gran abogado..." Martí seguía siendo para él aquel "Dr. Martí" de la carta de 1885. Cuenta Loynaz que refutó a Maceo, sabiendo que eso no beneficiaría en nada su carrera como oficial del Ejército Libertador.

Continuará...
 

* Agradezco una vez más a mi prima Paula Masson sus traducciones del francés —rápidas, eficientes y nunca remuneradas por mí.

Monday, March 5, 2012

El efímero fervor de José Martí: de vuelta al Hotel Griffou


Martí. Óleo sobre tela. Jorge Báez, 1984
Mientras escribía el post anterior (Hotel Griffou, 1884: El insoportable aroma en las axilas cuartelarias del Generalísimo), hallé otros detalles que quizás puedan interesar al lector. Veamos...

1. Esa hospedería de mambises ensimismados, libertos literarios y escritores liberales, [1] tuvo para Martí —y para Cuba— una importancia mayor de la que suele dársele en nuestra historia escolar (que es casi toda la historia que tenemos). Porque el desencuentro de Martí con Gómez y Maceo —llamémoslo el affaire Griffou—, se presenta generalmente despojado de su conexto. Ese contexto lo he ido hallando a retazos en diversos rincones del Internet, en libros y revistas, durante las últimas tres semanas. Quizás el texto más iluminador que he desandado sea la conferencia que el general y doctor Eusebio Hernández diera en La Habana el 
27 de abril de 1913 con el título de "El período revolucionario de 1879 a 1895", y que se publicó en julio 1914 en la Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. Recomiendo encarecidamente su lectura a cualquier persona interesada en la historia del affaire Griffou o en la historia de Cuba en general.


2. El 20 de julio de 1882, dos años y tres meses [2] antes de la conversación en el Griffou, Martí escribe dos cartas que envía con Flor Crombet. La primera está dirigida a Máximo Gómez, y comienza explicándole al General por qué no ha escuchado nunca el nombre de Martí: "El aborrecimiento en que tengo las palabras que no van acompañadas de actos, y el miedo de parecer un agitador vulgar, habrán hecho sin duda, que Vd. ignore el nombre de quien con placer y afecto le escribe esta carta." La segunda es para Antonio Maceo. Martí no pierde tiempo en abordar el problema racial, en un tono curiosamente didáctico, y termina su carta para Maceo de la misma manera que comienza la de Gómez: aclarando que el destinatario nunca ha oído hablar de él: "Tal vez, por mi odio a la publicidad inútil, ignore Vd. quien escribe esta carta. Flor Crombet se lo dirá. Y yo le digo que se la escribe un hombre que sabe cuanto Vd. vale, y lo tiene en tanto."

3. Martí achaca a su humildad el hecho de que los dos jefes no lo conozcan. (Se necesita muy buena prosa para alardear así de ser humilde sin hacer el ridículo.) Sin dudas hubiese sido más incómodo para él decir que no lo conocen porque no ha participado en las dos guerras recientes —en la que sus dos corresponsales han echado buena parte de sus vidas. 
La carta a Maceo es de menos vuelo, menos compleja que la de Gómez. Por el tono de ambas, escritas el mismo día, el lector se lleva la impresión de que Martí considera a Maceo un hombre más elemental que Gómez. La vida no le alcanzaría a Martí para borrar las consecuencias de ese malentendido inicial. 

Izquierda: Hotel Griffou, 1954, en Ámbito de Martí. Derecha: Foto actual (Tersites Domilo)

4. Maceo y Gómez llegan a New York el miércoles 1 de octubre de 1884. En el muelle los esperan Eusebio Hernández y Flor Crombet, viejos conocidos de la Guerra de los Diez Años, amigos de Martí también y hospedados desde hace días en el Hotel Griffou, que en esos días era una especie de cuartel general mambí. Dice Eusebio Hernández en la conferencia que ya mencioné: "En New York nos hospedamos en la calle 9 núm. 21, Este, [3] Hotel de familia de Mme. Griffou de Muro, en donde habían parado casi todos los insurrectos de la revolución del 68, huéspedes de New York, desde Bembeta hasta Antonio Maceo." De modo que no eran Gómez y Maceo los únicos mambises que se hospedaron en esa ocasión en el Griffou, ni sería esa la única ocasión en que el hotel se llenara de cubanos, tema que trataré en otros posts. Jorge Mañach, por su parte, afirma en Martí, el apóstol, lo siguiente: "El cuarto del hotel de familia de madame Griffou, donde Crombet y Hernández se alojaron, no se vaciaba de humo de tabaco prieto, ni de frases encendidas."


5. Diversos testimonios indican que Martí se encuentra con Gómez y Maceo el 2 de octubre. 
Nunca se habían visto antes. ¿Se habrán conocido entonces en el Hotel Griffou? Es probable. Ese día, el 2 de octubre de 1884, Gómez y Maceo eran para los cubanos de la diáspora dos héroes homéricos. Martí, por el contrario, no es más que un joven abogado que ha tenido escasa labor conspirativa en la isla, y que hace sólo un año ha comenzado a adquirir cierto liderazgo entre los cubanos de New York. 

6. No sería extraño que Martí hubiese idealizado a los dos héroes de una guerra en la que él no participó. Conocer a Gómez y a Maceo personalmente pudo haber sido una desilusión: es lo que suele suceder cuando uno conoce finalmente a las personas que idolatra desde lejos
. Pero el hecho esencial es este: el discurso que dioel 10 de octubre de 1884 —cuyo texto parece no haber perdurado— tuvo que ser un momento clave para Martí. Ese mismo día había renunciado a su cargo de cónsul de Uruguay en Nueva York para dedicarse a la causa de Cuba sin restricciones. Por primera vez este "recién llegado" hablaba ante los líderes del 68. Que diez días después ese mismo admirador emplazara a sus héroes en una carta como la del 20 de octubre, revela mucho más acerca de Martí de lo que nos puede sugerir ese texto aislado de sus circunstancias.
Izquierda: Hotel Griffou, 1899. Derecha: Foto actual (Tersites Domilo)
7. De ese contexto seguiré hablando en el próximo post. Creo que la carta de Martí a Gómez —escrita el día en que se cumplían dieciséis año del "estreno" del himno de Bayamo—, sería razón suficiente para hacer del 20 de octubre el "Día de la Cultura Cubana". Vuelva el lector a ambos textos —el himno y la carta— y hágase la pregunta: ¿Cuál de los dos expresa mejor nuestro talante, nuestros dones y limitaciones? 

Continuará...


1 No se trata de una enumeración ociosa. De esos "mambises ensimismados" trata este post. Habrá otros para describir a los "
libertos literarios" y a los "escritores liberales". 
2 En la famosa carta a Gómez del 20 de octubre de 1884, Martí se refiere a esta carta como escrita "hace tres años", pero debe ser un olvido: en realidad, hacía sólo dos años y tres meses que la había escrito.
3 En realidad es "Oeste". El error se repite en casi todos los textos de la historiografía cubana sobre estos hechos.