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Monday, June 17, 2013

La ingratitud probable de los hombres

Alejandro Armengol (AA) ha publicado la pasada semana un artículo en la revista digital Cubaencuentro en el que comenta la salida de Cuba de la familia Payá-Acevedo. Se titula "Dos patrias tiene ella: Cuba y Miami", y es de esos textos que acompañan para siempre a sus autores. En él trata temas pertinentes y hace análisis necesarios, pero su artículo parece urdido en ausencia de la bondad. No dudo de que Armengol —a quien no conozco— sea un hombre de bien, pero su nombre, así como la credibilidad de Cubaencuentro, se verán lastrados por esta diatriba que parece dictada por el rencor.

En su comentario, Armengol se mofa de la esposa y la hija de Oswaldo Payá Sardiñas, el líder del Movimiento Cristiano Liberación muerto el 22 de julio de 2012, y pone en entredicho el valor y el patriotismo de ambas mujeres. Muchos de los que seguimos la noticia de la muerte de Oswaldo Payá y su larga coda quedamos conmovidos por la entereza, la dignidad y el valor con que Ofelia Acevedo y Rosa María Payá enfrentaron el acontecimiento más trágico de sus vidas. Diez meses más tarde, AA tilda a ambas de cobardes y oportunistas. Afirma, entre otras cosas, que su decisión de partir al exilio fue "una salida aprovechada y poco heroica".

Y por eso se burla de ellas con el lenguaje orillero del desprecio y las acusa de poner "los pies en polvorosa" cuando "la candela aprieta". Esa es la opinión de AA sobre Ofelia Acevedo, una ingeniera civil que jamás tuvo vocación política y que asumió por amor a Oswaldo y a Cuba una vida que pocos nos atreveríamos a abrazar. Eso opina de Rosa María Payá, una muchacha de 24 años que ha vivido toda su vida como un paria en su propio país por ser la hija de Oswaldo, y que ha demostrado una lucidez y un valor pasmosos tras la muerte de su padre. Sospecha AA que, después de 25 años de oposición en Cuba, "el traslado de los Payá obedece también a un fin económico". ¿Pensará que vivieron un cuarto de siglo de vejaciones y acoso con el objetivo de cobrar sabe Dios qué estipendio en Estados Unidos en el año 2013?

Las burlas y acusaciones de AA tienen origen en su escepticismo: afirma que él "no se traga el cuento del patriotismo estilo siglo XIX". Los patriotas de aquella época, se supone, eran intachables, pero estos de ahora no están a la altura que Armengol exige, y por eso no puede creer en ellos.

No estoy seguro de que esa falta de admiración sea culpa de los opositores actuales. También en el siglo XIX había cubanos incrédulos del patriotismo ajeno, incapaces de sentir admiración ni respeto por los que se jugaban la vida en aras de la independencia. Así lo cuenta Máximo Gómez en sus "Notas autobiógraficas" de 1894. Después de diez años peleando en la manigua, tras el Pacto del Zanjón, Gómez salió hacia Jamaica. Y allí se topó con jueces no menos implacables que Armengol. Dice Gómez:
El elemento cubano que allí había esperado largos años que le diéramos la Patria libre se sintió indignado contra todos los que combatimos 10 años sin poder conseguir el triunfo. No contento el destino con mi precaria situación, quiso agregar un nuevo suplicio a mi infortunio, pues pensando encontrar allí amigos compasivos, agradecidos y generosos que me amparasen, es por el contrario gente apasionada y de limitados alcances: vieron en mí el primer factor de la paz que concluyó una guerra a que nunca fueron ellos a ayudar, de ahí que fuese yo el blanco de su injusto encono y desprecio.
Y en sus "Recuerdos: Páginas dedicadas a mi hija Clemencia", de 1881, había dicho: "Pensaba yo que al llegar entre aquella emigración llegaría cerca de mis hermanos y juntos lloraríamos la pérdida de Cuba desgraciada y tendría derecho a alguna consideración. Pero no fue así: el desprecio y la calumnia me recibieron en la colonia inglesa."

A ese desprecio y a esas calumnias seguramente se refería Martí cuando le escribió a Gómez en septiembre de 1892 para pedirle que se pusiera al mando del Ejército Libertador. Por eso le aclara que no podía prometerle otra recompensa que no fuera "el placer del sacrificio y la ingratitud probable de los hombres".

José Martí sería también víctima de aquellos cubanos del siglo XIX que "no se tragaban el cuento del patriotismo". Basta repasar las páginas de la Mitología de Martí de Hernández Catá para recordar que lo llamaban "Capitán Araña", que ponían en duda su valor y su capacidad de sacrificio, que lo tildaban de cobarde y de interesado. Esa injuria repetida al infinito, ese mote odioso de "Capitán Araña", probablemente le hayan costado la vida. Esa calumnia recurrente fue una de las razones de su imprudente arrojo en Dos Ríos.

Casi a la media noche del 19 de mayo de 1895, cuando su cadáver entró al pueblito de Remanganaguas atado como un fardo sobre lomo de un caballo, todavía dudaban muchos en las emigraciones de su valor. Hasta que los españoles no mostraron su cadáver putrefacto en Santiago, siguieron muchos cubanos —y el New York Times— poniendo en duda que Martí siquiera estuviese en Cuba. Un mes después de su muerte, se corrió en Tampa la noticia de que lo habían visto vivo y fresco paseando por Ybor City. Aún  no podían creer algunos que el "Capitán Araña" hubiese ido a morir junto al tronco de un jobo en Dos Ríos.

El patriotismo de ahora, nos afirma AA, no es como el del siglo XIX. Parece, sin embargo, que "la ingratitud probable de los hombres" y las calumnias siguen siendo las mismas. Y es que el sacrificio extremo, que despierta la admiración de tantos, para otros es sólo un motivo de sospecha o de escarnio.

La familia Payá-Acevedo ha vivido durante un cuarto de siglo lo que Juan Pablo II en su día llamara "un martirio civil". El calvario familiar tuvo su colofón en la trágica muerte de Oswaldo el verano pasado. Cualquiera diría que ese purgatorio de casi tres décadas, y esa muerte, son más de lo que cualquier familia debe pagar por buscar el bien de su patria. Hay quienes parecen opinar que los Payá-Acevedo merecen una cuota adicional de sufrimiento y vejación. Sépase que esa obsesión inquisitorial dice más sobre el carácter de quienes la propugnan que sobre las personas contra las que va dirigida.