[Este artículo se publicó originalmente en Diario de Cuba.]
“La Iglesia Católica se desmoronó cuando la jerarquía dejó de creer en su propios dogmas”. La frase lapidaria de Ezra Pound, como tantas otras suyas, es una exageración que contiene una simiente de verdad. Desde la fe, significa que la fidelidad al Evangelio de los pastores es un ingrediente esencial para la eficacia de la Iglesia como fuente de salvación. En términos mundanos, significa que la influencia de la Iglesia Católica y su capacidad de hacer el bien dependen en buena medida de la coherencia con el Evangelio de la vida del clero y los fieles. Y ese es el primer reto al que se enfrenta el papa Francisco.
Específicamente, el Papa deberá limpiar los establos de Augías de los escándalos sexuales y los persistentes rumores de divisiones y corrupción en el seno de la curia, amén de los conocidos problemas del sistema bancario vaticano. Esas miserias rebajan la autoridad moral y el poder de convocatoria de la Iglesia (que son las únicas divisiones con que cuenta el Papa, para responder a la pregunta de Stalin) y paralizan su funcionamiento institucional. Al margen de ser un imperativo ético, el Papa deberá poner orden en casa porque de lo contrario estaría en riesgo la capacidad misma de la Iglesia para cumplir su misión. La designación de un nuevo Secretario de Estado será clave para lograrlo. Es un criterio casi unánime que buena parte de las dificultades del pontificado de Benedicto XVI provienen de las tensas relaciones del cardenal Bertone con la Curia. Aquí se juega el nuevo papa su pontificado.
Más allá de esos escollos, que son
inmensos, ¿qué debemos esperar del papa Francisco? Sería bueno saber en cuál de
los dos grandes Franciscos estaba pensando al elegir su nombre. ¿Se habrá
inspirado en San Francisco de Asís, que en medio de la Quinta Cruzada prefirió “ir
entre sarracenos” como mensajero de paz y llegar a dialogar con el sultán de
Egipto, el peor enemigo de la Iglesia? Por su talante, no sería sorprendente
que el papa Francisco intentara redefinir las relaciones de la Iglesia con el
mundo musulmán. Él podría mostrar a Occidente un estilo de diálogo que no sea
el de la cruzada, sino el del santo de Asís. Y eso bastaría para darle sentido
a su misión.
Su nombre puede evocar también la figura de San Francisco Javier, patrono de los misioneros y jesuita como el nuevo papa, que predicó el Evangelio en la India y Japón. Como ha ocurrido con los últimos pontífices, Su Santidad Francisco tendrá en el centro de sus preocupaciones la Iglesia de Asia, y en especial el complejo proceso de reconciliación con la Iglesia patriótica china. Equilibrar la solicitud por los cristianos chinos fieles a Roma, y la misión profética de la Iglesia, con el trabajo en pos de una normalización de las relaciones del Vaticano con la Iglesia patriótica y el Gobierno chino, para bien de todos los católicos de ese país, será un reto tan inevitable como amargo, como lo ha sido por muchas décadas.
Naturalmente, América Latina, por tener
más del 40% de todos los católicos del mundo y ser su cuna, será definitoria
para su misión. El reto de las sectas seguirá siendo un motivo de preocupación
para el Papa, y quizás ese haya sido uno de los motivos de su elección. En el
orden social, la Iglesia no ha definido líneas maestras para la relación con
los gobiernos populistas o de izquierda que se han multiplicado en la región en
los últimos quince años. En sus años de arzobispo de Buenos Aires, el Papa denunció
repetidamente el escándalo de la extrema pobreza, identificándola con la violación
de los derechos humanos, como proponen a veces esos mismos gobiernos. Pero su
relación con las administraciones del matrimonio Kirchner, por ejemplo, han
sido menos que amigables. Y es conocida su oposición a ciertas corrientes de la
teología de la liberación. El Papa proyectará a escala continental una vocación
de justicia que no supone la identificación con proyectos políticos específicos
ni con propuestas que se aparten de la ortodoxia. El testimonio de su vida
sencilla y su preocupación por los menos privilegiados le dará a su mensaje una
legitimidad esencial. Pero esa misma resonancia lo podría hacer incómodo para las
élites gobernantes de uno u otro signo y con ciertas corrientes dentro de la
misma Iglesia en Latinoamérica.
En el caso de
Cuba en particular, la primera pregunta clave será la designación del nuevo
arzobispo de La Habana, una vez que el Papa acepte la renuncia del cardenal
Jaime Ortega. Monseñor Dionisio García Ibáñez, el arzobispo de Santiago, a
pesar de tener ya 68 años, parece ser el candidato más lógico. Y ahora más, pues
su estilo pastoral está en consonancia con el del nuevo obispo de Roma. En la
última década, la figura del cardenal Ortega ha sido definitoria en la forma y
la esencia de la labor de la Iglesia en Cuba. Quienquiera que sea su sucesor,
no tendrá su estatura ni su influencia. Habrá un estilo más colegial, y
probablemente un acompañamiento más cercano de Roma a la misión de los obispos
cubanos. En ese sentido, puede ser que la visión personal de este papa pese más
en los destinos de la Iglesia en Cuba que el de su predecesor.
Y esos son tan solo algunos de los retos
que halló esta mañana en su escritorio este argentino afable, amante de Borges
—ese agnóstico—, aficionado al futbol y a los tangos tristes. Uno no puede más
que conmiserarlo, rezar por él, desearle que salga ileso de la cancha, que
halle el camino en ese laberinto borgiano que deberá ahora descifrar a diario.
San Francisco de Asís hizo de la pobreza
su vocación. Y su misión fue la restauración de la Iglesia. Probablemente el
papa Francisco se miró en ese espejo al elegir su nombre. Tiene ante él una
tarea inmensa, y es un hombre de 76 años al que le falta un pulmón. Pero para
la Iglesia son tiempos de practicar la humildad y de restaurar lo dañado. Sí,
Francisco es el hombre —y el nombre— indicado para este momento. Pero Dios
tendrá que ayudarlo. Mucho.
Muy bueno tu análisis. Este hombre de Dios se enfrenta a un reto monumental. A ver como inspira a una feligresía que cada vez se encoge más en el mundo occidental. Saludos
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