El miércoles, los demócratas amanecerán diciendo que perdieron porque los ricos les dieron muchísimo dinero a los republicanos (no importa que en realidad los demócratas hayan recaudado y gastado más que sus adversarios); o dirán que perdieron porque el pueblo americano es idiota (como los demócratas "saben" que sus ideas son mejores, cuando alguien vota en contra de ellos lo toman como una señal de idiotez). El asunto en realidad es más sencillo. Van a perder porque cuando los políticos están en la oposición les aseguran a los electores que todos los problemas son culpa de la incapacidad o la maldad de los que gobiernan; y cuando están en el gobierno se dan cuenta que las cosas son más complicadas. A ver...
Obama nos dijo hace dos años que Guantánamo era un infierno innecesario, un síntoma del sadismo de Bush, y que él lo cerraría en cuanto llegara a la Casa Blanca. Dos años después, la prisión de Guantánamo sigue ahí. Obama dijo que el desastre de Katrina era el resultado de la incompetencia infinita del idiota de Bush. Después explotó la plataforma Deepwater Horizon y la respuesta de la Adminstración Obama fue tan inepta como la de Bush ante el ciclón. Obama dijo que si le dábamos otros 700 mil millones el desempleo no subiría del 8%, pero dos años después el desempleo sigue en 10%. Obama dijo, con razón, que hacer permanentes los recortes de impuestos de Bush era una locura, pero sus partidarios del Congreso y el Senado decidieron posponer la votación sobre el asunto para después de las elecciones para no buscarse problemas. (Una decisión que The New York Times comentó en un editorial titulado "Perfiles de timidez" que comenzaba diciendo: "Comenzamos a preguntarnos si los demócratas del Congreso carecen del valor para ser coherentes con sus convicciones o si simplemente carecen de convicciones").
Obama llegó a la Casa Blanca pensando que si uno se mostraba un poco más diplomático que Bush, China dejaría fluctuar el valor del yuan, los norcoreanos dejarían de estar locos de remate y los talibanes se harían feministas. La mayoría de las personas sospecha que ninguna de esas cosas ha sucedido, a pesar de las genuflexiones, reales y simbólicas, a las que nuestro presidente es tan aficionado. Y esa distancia entre las promesas y los resultados es la cuenta que van a pagar el martes.
En otras palabras, el problema de Obama no es que no tenga poderes mágicos... el problema es que alguna gente le creyó ese cuento cuando él se los hizo hace dos años, y ahora se sienten decepcionados.
Después de la zurra del martes, los demócratas se pasarán dos semanas tirados a morir. Si uno se considera inteligente, bueno y cool, y en unas elecciones lo derrota un grupo de personas a las que uno considera imbéciles, malas y ridículas, el resultado no puede ser otro que la depresión.
Y sin embargo, los demócratas deberían estar felices. En realidad, para ellos ha sido una tortura tener por dos años la presidencia, el Senado y el Congreso en sus manos. Eso les imponía la responsabilidad de gobernar, algo que a ellos les parece repelente. Como los adolescentes díscolos, ellos lo que quieren es escaparse de la clase, burlarse de la profesora de historia y meterse en el baño a fumar marihuana. Haberlos puesto a cargo de la escuela no puede ser para ellos otra cosa que un castigo.
Esperen tres meses y los verán a todos felices. Se dedicarán a burlarse de las tonterías que dice Sarah Palin, a culpar al Congreso republicano por el fracaso de su genial presidente, y a denunciar a esos republicanos tan brutos y tan malos que les ganaron las elecciones. Eso se les hace más llevadero que asumir los riesgos y la responsabilidad de gobernar un país. La noche del martes les traerá al final un alivio... pero va a ser larga como una noche de Halloween con muchas brujas y sustos, pero sin caramelos.
qué placer de lectura!
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