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Wednesday, September 15, 2010

El socialismo del siglo XXI


El socialismo del siglo XXI, como la respuesta que buscaba Bobby Dylan, está en el viento. Viento en popa. Por las nubes y a toda marcha...

Hasta 1959 —qué añito— la mayoría de los pasajeros trasatlánticos viajaban de Yankeelandia a Europa y viceversa por barco. En 1959 la aviación se hizo mayoritaria, necesariamente prosaica, como ciertos sistemas políticos.

El día 1 de septiembre de este año, como un Colón a la inversa —Noloc—, me fui a descubrir España. De puta madre, tío... Llegamos al aeropuerto JFK —un nombre que no evoca un viaje feliz precisamente— y al poco rato supimos que el vuelo estaba retrasado. Delta —pero no de Venus, querida Anais— nos dio siete explicaciones diferentes para el retraso de tres horas. Todas parecían falsas —las explicaciones quiero decir, que las horas sí fueron reales. Esta gente miente con una soltura muy socialista, pensé yo.

Me escabullí a la librería de aeropuerto y me compré Freedom, la novela de Jonathan Franzen que había salido el día antes. Y es que sentía que mi freedom se estaba agotando y necesitaba otra de repuesto...

Finalmente, cuando fuimos a subir el avión, hubo que mostrar los documentos de identidad, quitarse los zapatos, el cinto, las gafas... todo lo que ordenaran los policías. Después, como si no les bastara, me pusieron en una esquina y un gordo —debería decir "otro gordo"— me palpó las piernas, la espalda y la barriga como si fuera un esclavo que se proponía comprar. "¿Serán socialistas estos cabrones?", pensé.

Subimos al avión y nos dijeron que quedaba prohibido el uso de teléfonos celulares y de Internet. Y que durante el despegue no podríamos escuchar la música que nos diera la gana en el iPod "por razones de seguridad". El asunto me sonó familiar, como cuando mis maestros de secundaria me decían que escuchar a Stevie Wonder cantar "Sr. Duke" en la WGBS era una especie de antentado contra la seguridad del estado... Después me di cuenta de que deberíamos elegir entre dos películas que la aerolínea había elegido para nosotros sin consultar a nadie. "Estos degenerados tienen que ser socilistas", pensé...

Una vez en el aire, trajeron el almuerzo: era incomible. Era una versión aérea y envuelta en papel celofán de los almuerzos que alguna vez disfrutamos los idiotas de mi generación en la escuela al campo, el Servicio Militar, el centro de trabajo: aquella bazofia luciferina con la que sobrevivimos los años ochenta. Una comida preparada como tortura o como burla; una comida, en fin, perfectamente socialista.

Los asientos eran estrechos, incómodos; el viaje, largo, aburrido, desesperante. Al final, cuando nos bajamos en Barajas, todo era tan parecido al JFK que temí haber estado dando vueltas durante mucho rato para al cabo llegar al punto de partida. Habíamos viajado del capitalismo al capitalismo, de la Coca Cola a la Coca Cola. Era como si toda la aburrición, los maltratos, la mala comida, la falta de opciones y la incomodidad que sufrimos, no hubiesen servido de nada.

Ricardo Alarcón, ese genial político cubano y erudito sin par en cuestiones de transporte aéreo, hace un tiempo tuvo un curioso debate con un estudiante cubano. El muchacho le dijo que le gustaría tener la posibilidad de comprar un pasaje a Bolivia para ir a ver el lugar donde murió el camarada Guevara. Alarcón
—más o menos— le dijo que Cuba no permitía viajar a sus ciudadanos al extranjero para reducir la congestión de las vías aéreas. [A lo mejor Alarcón se estaba burlando del alelado pionero que en lugar de viajar a New York, como Alarcón, prefería —o decía preferir— volar a la desolada y aburrida Higuera.]

Y sin embargo, Richie Alarcón debería reconsiderar su respuesta. Un viaje aéreo en el siglo XXI es una de las escasas oportunidades que tiene el ciudadano común de disfrutar las elusivas ventajas del socialismo real. Entonces nuestro pionero lelo podría decir, con conocimiento de causa, aquello de que "he visto el futuro, y [no] funciona..." Veremos.

2 comments:

  1. ¡Tremenda odisea, Tersites! Espero que el viaje haya sido más que todo esto que aquí narras.

    Por cierto, ¡ese Alarcón sí que es listo! Mira tú si es aburrida y recóndita esa Higuera que estuve en Bolivia muchas veces y jamás tuve el impulso de asomarme por allí. Ya sabes, hay personajes e historias que son errores de la Matrix. Un déjà vu.

    Así, como supondrás, si te dan a escoger entre revivir esa pesadilla histórica, visitar el Valle de la Luna o el Titicaca, uno ni siquiera puede considerar lo primero como una opción razonable. Ni aunque te regalen el tour.

    Lo que pasa con Alarcón es simple: es un iluminado. Nada de paisajes tercermundista. El hombre sólo es sensible al paisaje moderno. Y para "sightseeing", ¡nada como la jungla newyorkina!

    Aprende, aprende que nuestros líderes no van a ser eternos.

    Saludos a todo el familión.

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  2. Hay un vida mejor, no queda a la izquierda ni a la derecha,ni siquiera al norte...pero es ostensiblemente mas cara
    un saludo,
    Eutelia

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