Hace un par de meses Alexis Romay me regaló su libro de sonetos Los culpables, publicado el año pasado en España. Al principio no supe qué hacer con el libro. Lo guardé en casa unas semanas sin tocarlo. Y es que a estas alturas uno no sabe qué hacer con un libro de sonetos. Finalmente se me ocurrió que podía leerlo.
Los culpables es un tour de force. Son cuarenta y un sonetos escritos al hilo, de una sentada. Y todos, excepto uno, con la misma rima: ABBA CDDC EFG EFG. (La excepción es el poema "Retrato hiperrealista de una isla", en el que la rima de las dos cuartetas iniciales es ABAB CDCD.)
La cubierta es una obra del artista José A. Vincench que parece un retrato pixelado de José Martí. Se trata quizás de una pista falsa. El libro está escrito a la sombra de Borges, aunque el tema sea Cuba, o cierta versión del destino cubano.
Por supuesto, Romay alude a diversos poetas en sus sonetos: Martí ("Su verso vuelve a ser un ciervo herido:/cultiva hiel, arena, ortiga, cardo" y luego, "el verso es ciervo, ciervo malherido"), Benedetti ("Esquina con primavera rota"), Eliseo Diego ("cuando la luz corrompe los portales"), Figueredo ("del clarín, escuchamos las cadenas"), Jorge Manrique ("Los ríos dan al mar, como los hombres") o Silvio Rodríguez ("de lo posible ya se ha dicho todo").
Pero Borges transita cada página con su bastón dubitativo. Romay visita sus temas con frecuencia: la memoria, el tiempo cíclico, la noción de que somos soñados por un dios o un demonio subalterno, la predestinación y el azar... Y no sólo los temas, también el tono, la mirada "filosófica" (en el sentido de indiferente o resignada) sobre esas constataciones, es evidente en muchos de los textos.
Esa presencia borgiana va acompañada de la constante evocación de Cuba o, más exactamente, del último medio siglo de la historia cubana, y del exilio —los dones y rigores que supone la condición de exiliado. Romay tiene la gentileza de aproximarse a esos temas con más deseos de sugerir que de instruir, y se agradece. En un libro que podría usarse como prueba de la obsesión del autor por esa isla del Caribe, el nombre de Cuba no se menciona hasta el último verso del último poema.
(Al margen: En el poema "De los absolutos", Romay hace rimar, sugerentemente, "traidores" con "poderes". Más allá de ese detalle, el único reclamo de preceptiva que se le podría hacer es la acentuación antirrítmica de algunos versos.)
Las páginas de Los culpables regalan al lector numerosos versos felices, observaciones agudas, evocaciones sentidas, excelentes sonetos. Es muy extraño que alguien escriba un libro de sonetos a estas alturas. No debería ser extraño que fuéramos capaces de disfrutarlo. Alexis Romay ha hecho su parte. Y la ha hecho bien. Aquí les va una muestra (escrita a la luz de la "inconstante luna" de Julieta y Shakespeare):
De la noche
Las raudas nubes pasan y la noche
que es eterna y de todos se detiene.
La noche es un caudal que solo tiene
la inmensidad, el vértigo y un broche.
Abstracta como el aire o los sentidos,
febril como un poeta desterrado,
impávida, la noche ha regresado
a su ciclo de ciclos repetidos.
Es una y muchas noches la inconstante
noche enferma de insomnio y de locura,
con su aroma falaz e irrepetible.
Es una y otras tantas la menguante
luna que surca el cielo y que perdura
en el tiempo, que es todo lo posible.
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