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Thursday, April 12, 2012

En la esquina de Broadway y Ayestarán: Lecturas de "La cuarta pared"

Bárbara María Barrientos. Foto: Tersites Domilo
El sábado pasado, 7 de abril, con el patrocinio del Centro Cultural Cubano de New York, se presentó a sala llena en el Symphony Space de Broadway y la 95, La cuarta pared, obra de Víctor Varela sobre la que ya he hablado antes en este blog. En reciente artículo en Diario de Cuba se decía, y con razón, que la obra es "una metáfora que permite tantas lecturas como espectadores quepan en la sala". Después de haberla visto en la logia Hijos de la Patria de la calzada de Ayestarán, en La Habana de 1991, en el Theatre of the Arts de 17 Frost Street en Brooklyn el año pasado, y ahora en Broadway, añadiría que la obra permite una lectura diferente cada vez que el mismo espectador la ve.

En Ayestarán en 1991, La cuarta pared fue para mí la expresión inquietante y desgarrada de la soledad del individuo ante el poder totalitario. El proyecto de sociedad que nos fue destinado se había quedado sin libreto, como los personajes de la obra: los gemidos y gruñidos de los cinco actores parecían un eco amplificado de los nuestros. Éramos, en el teatro y en el teatro de la vida, espectadores abrumados con la añoranza de ser sujetos. Y La cuarta pared fue entonces la sublimación de esa pesadilla y de ese anhelo.

Ya he comentado también la experiencia de verla en Brooklyn hace un año. Esta vez, otra vez, fue diferente. Era Sábado Santo, ese momento del año litúrgico católico en que más cerca estamos de la muerte de Dios. Recordé, camino al teatro, cuando iba cada año a la iglesia de mi pueblo en la mañana del Sábado Santo a rezar y "acompañar a Virgen en su soledad", en ese día árido en que su hijo, mi Dios, estaba muerto.

Podríamos decir que desde la conocida sentencia de Nietzsche, hemos vivido más de un siglo en esa soledad. La cuarta pared trata, entre otras cosas, de la relación de la creatura con su hacedor: el personaje ha sido desechado por el autor, y tiene que inventar una dolorosa autonomía, porque está solo.

Sola también, como la Virgen del Sábado Santo, estaba Bárbara María Barrientos sobre el escenario árido y negro del Symphony Space. Sola y muda, pues la obra no tiene parlamentos. Desde la segunda fila, la vimos nacer, aprender a andar, a caminar, a reír y gemir, a ser humana, en poco menos de una hora. Lo sabía desde 1991: esta mujer pequeña y delicada puede dominar a los espectadores como por arte de encantamiento. Esta vez tuve una prueba más tangible.

Detrás de nosotros, en la tercera fila, se sentaron dos señoras cuyo acento revelaba que eran madrileñas, cuyos rostros indicaban que estaban un poco más allá de los cincuenta, y cuya conducta dejaba en claro que la cena había sido rociada con tres copas de más. Poco después de sentase, comenzaron a pedir a gritos que comenzara la función. Al apagarse las luces empezaron a reír sin parar, como se ríe uno en un velorio de puro nerviosismo. Pensé que iban a arruinar la puesta, pero los primeros gemidos agónicos de Bárbara Barrientos les hicieron recuperar la cordura. No se volvió a saber de ellas hasta el final, en que escaparon de sala después de los aplausos.

Víctor Varela durante el conversatorio con el
público tras la puesta de La cuarta pared
en Symphony Space. Foto: Tersites Domilo
Es de agradecer que el Centro Cultural Cubano haya decidido poner en una importante sala de New York, en medio de ese río de ilusiones que es la calle Broadway, esta obra. Y es bueno reiterar que en La cuarta pared, Víctor Varela nos propone repensar varias relaciones y límites que son esenciales al teatro —y no solo al teatro. Y que el peso de esta 'pared', la importancia que tuvo y que tiene en nuestros contextos, en el archipiélago disperso de la cubanidad, reclama un acercamiento que rebase las tres cuartillas de un post. La obra toda que Víctor Varela ha desarrollado en más de dos décadas con Teatro Obstáculo, la que está más allá de La cuarta pared (pun intended), tiene que hallar un espacio más permanente entre nosotros. Ninguna cultura puede darse el lujo de diluir una obra como la suya en esporádicos acercamientos. Menos una cultura enferma, como el nuestra.  

Nota: Recomiendo también la lectura del artículo "Víctor Varela: un teatro amable con el espectador" que ha publicado esta semana la crítica Rosa Ileana Boudet en su blog Lanzar la flecha bien lejos  y la entrevista que ha publicado hoy Diario de Cuba con Alcibiades Zaldívar, uno de los actores de la puesta original.

1 comment:

  1. Gracias Tersites por tu trabajo inteligente y desinteresado. Me ha gustado tu coautoria y contribucion al lado espiritual de la obra, el cual existe para creyentes y ateos. Ademas de la resurreccion en una de las posibles lecturas se puede ver en la obra una preocupacion del personaje por el SER en oposicion a ese TENER hoy globalizado que a muchos aplasta e identifica desde la cultura y fuera de ella. Todo comenzo cuando Barbarita pregunto: Y Tersites? Queriamos saber que ibas a decir esta vez. Hermoso y personal, como debe ser. Te felicito.

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