La gente de ahora se ofende con una prontitud muy sospechosa. Darse por ofendido se ha convertido en un deporte más popular que el fútbol. Ya va siendo hora de que se incluya en los Juegos Olímpicos, digo yo... Lo bueno es que "el deporte une a los pueblos". La semana pasada, sin ir más lejos, los mambises más desvelados de Miami y La Habana se rasgaron las vestiduras al unísono, ofendidísimos ambos todos por una sola imagen.
Resulta que a Dieter Zetsche, ese señor bigotudo que preside la Mercedes Benz, se le ocurrió usar una famosa foto del Che Guevara para una nueva promoción de su compañía. Los de Miami gritaron que cómo se atrevía a usar la imagen de ese indeseable para vender un automóvil magnífico. Los de La Habana chillaron que cómo se atrevía a usar la imagen de ese hombre magnífico para vender un automóvil... bueno, sí, magnífico también, pero de todas maneras...
La idea, sin dudas, debe haber sido la más obtusa que ha tenido Herr Zetsche desde que se le ocurrió comprar la Chrysler. Porque, puestos a ver, los comunistas, que en su momento lograron robar la tecnología necesaria para hacer bombas atómicas y que llegaron a construir cohetes espaciales y vehículos lunares, nunca lograron fabricar un automóvil decente. (Es por eso que cuando a usted le dicen que Corea del Norte está fabricando armas nucleares, lo cree y se preocupa; mientras que si alguien le propusiera comprar un automóvil de fabricación norcoreana se moriría de la risa.)
En Cuba, por ejemplo, se decía que todo el que manejara un Moskvitch soviético era creyente... pues 'creía' que tenía un auto. ¿A quién se le ocurre entonces asociar la idea del comunismo con un automóvil? Por uno de esos misterios que no nos está dado escudriñar, el marxismo leninismo es ontológicamente incompatible con el motor de combustión interna. La prueba más irrefutable de esa verdad colosal es el Trabant, aquel adefesio que fabricaban en Alemania Oriental, o la RDA, como decíamos entonces. Lograr que los alemanes, ¡los alemanes!, construyeran semejante ineptitud rodante en plena Sajonia es quizás el mejor ejemplo del extraño poder de los comunistas, Midas al revés, para convertir todo lo que tocaban en... caca.
Y además, ¿qué relación podría haber entre el Che y Mercedes (Benz)? De hecho, se dice que Guevara, en los tiempos románticos en que se dedicaba a hablar con Sartre por el día y a liquidar enemigos del pueblo en La Cabaña por la noche, recorría La Habana en un Chevrolet Impala del 59. (Un Chevy cheo el del Che, podrá decir el lector, pero sin dudas un auto mucho más proletario que un Mercedes.)
La limusina Mercedes Benz del Hermano #1, Pol Pot |
Una de las limousinas ZiS 150 de Iosif Stalin |
En cualquier momento —cosas veredes, Sancho—, se aparecen los de la Ford con una campaña publicitaria ilustrada con una foto del Kim Jong Il, ya fritanga momificada, como lo vimos hace menos de un mes, paseando por Pyongyang en su limousina Lincoln, acostadido en el techo de flores blancas, tan cómodo y sereno, soñando con el paraíso proletario sobre un Fotingo del setenta y tres.
Pero a fin de cuentas, quienes pudieran usar la idea del Sr. Zetsche mucho mejor que nadie serían los desalmados capitalistas de la Rolls-Royce. Cuando se trata de blasonar un patrocinador revolucionario, nadie podrá competir jamás con la Rolls, esa marca que tantos asocian con la más decandente plutocracia. Pues el líder del proletariado mundial, el profeta de la sociedad sin clases, el querido Vladimir Ilich Lenin (que su momia se conserve eternamente libre de polillas), usaba siempre la misma marca de autos: Rolls-Royce. El lema publicitario podría ser: "El camino al comunismo es glorioso... si uno va en un Rolls. ¡Viva la revolución!"
Uno de los nueve Rolls-Royce de Vladimir Ilich Lenin |
Maravilloso. Sencillamente maravilloso!
ReplyDeleteMuy bueno.Felicidades
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