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Monday, September 30, 2013

De cómo Shostakovich perdió la nariz

El miércoles, con dos entradas regaladas por uno de esos amigos que hay que tener en la vida, fuimos al Metropolitan Opera House a ver La nariz, la ópera de Shostakovich. 

El libreto está basado en el cuento de Gogol del mismo título. Cuento y ópera se desarrollan en la primera mitad del siglo XIX. Sin embargo, en esta puesta en escena, a cargo del dibujante y cineasta sudafricano William Kentridge, la historia está ambientada en los años del estalinismo duro, cuando la ópera fue compuesta, escenificada y momificada por las autoridades culturales de la Unión Soviética.

Shostakovich terminó La nariz en 1928, cuando tenía 22 años y ya era famoso en la URSS y en Occidente gracias a su 1ra Sinfonía, que compuso con diecinueve años de edad. El relato —y la ópera, que es una adaptación fiel— es una sátira absurda en la que un señor respetable pierde la nariz y esta, independizada de su dueño, cobra personalidad propia.

La música es una mezcla frecuentemente atonal de folklore ruso con descargas de percusión y metales cercanos al jazz. Los comentaristas aseguran que Shostakovich la escribió influido por la ópera Wozzek de Alban Berg. En fin, no sería arriesgado afirmar que nadie ha salido jamás de una función de La nariz tarareando una de sus arias.

La nariz se estrenó en Leningrado en 1930. Era la época en que la Asociación de Músicos Proletarios de Rusia había decidido "adaptar" las óperas clásicas para darles "contenido revolucionario". Cuenta Galina Vishnevskaya en su incomparable autobiografía Galina: A Russian Story, que Los hugonotes de Meyerbeer se convirtieron entonces en Los decembristas, y que Tosca pasó a ser una ópera comunista titulada La lucha por la comuna. En la nueva versión de la obra de Puccini, Tosca se iba a las barricadas enarbolando una inmensa bandera roja. 

El absurdo burlón de La nariz parecería inaceptable en medio de esa orgía de idiotez bolchevique. La ingeniosa idea de Shostakovich fue usar un cuento de Gogol, escrito noventa años antes, para evadir la censura. Si el relato de Gogol se hubiese publicado en 1926 en lugar de 1836, todo el mundo hubiese dicho que era un cuento surrealista o "kafkiano", y habría sido condenado por las autoridades soviéticas. Claro que Shostakovich no hubiese podido usar "La metamorfosis" u otro relato contemporáneo similar para su ópera. Pero eligió un cuento prudentemente ruso y decimonónico que expresaba el mismo absurdo y la misma irracionalidad que quisieron mostrar los surrealistas y los acólitos de Dada —y el propio Shostakovich.

Su estrategia no fue completamente exitosa. La obra se estrenó, tuvo dieciséis presentaciones... y jamás se volvió a poner en la Unión Soviética hasta 1974. Shostakovich, que se hacía el tonto ante las insinuaciones de la censura, repetiría la táctica cuatro años después con su Lady Macbeth del distrito de Mtsensk, basada en una novela rusa del siglo XIX. En un artículo anónimo de Pravda, que se supone fue escrito por el mismo Stalin, la ópera fue condenada como "chabacana, primitiva y vulgar". La vida no le alcanzaría a Shostakovich para recuperarse de ese golpe. Todavía en el último tomo de sus memorias, dictado en 1971 (Khrushchev Remembers: The Last Testament, un libraco de 582 páginas que ahora se puede comprar en Amazon por $1.11), Nikita Khrushchev se lamentaba, hablando de Shostakovich: "Nunca pudimos entender por qué él tenía que hablar en favor del jazz".

La puesta de William Kentridge completa, quizás por primera vez, la idea original de Shostakovich. Kentridge acompaña la partitura atonal de Shostakovich y la historia absurda de Gogol con un collage babilónico de la vida —¿la muerte?— rusa de los años veinte. Ahí está el mismo Shostakovich tocando el piano con una nariz superpuesta en su cabeza, ahí vemos a Anna Pavlova bailando con cabeza de nariz, ahí nos asalta una cascada de tipografía soviética, imágenes de Lenin, banderas rojas, Stalin que aparece y desaparece, dejando solo su pipa humeante para recordarnos su recuerdo tristemente imborrable en la historia rusa... Hasta los reflectores que proyectan rectángulos de luz blanca recuerdan a Malevich. Todo lo que Shostakochky quizás soñó y no pudo incorporar a su ópera está ahí ahora, gracias al genio de William Kentridge. El efecto es tan abrumador como amanecer un día y constatar que a uno le falta la nariz, o como visitar la Rusia trágica e irrepetible de los años veinte.

Cuando le escribí a mi amigo para agradecerle el regalo, le dije que —si las tenía— por nada del mundo le fuera a regalar a nadie otras dos entradas para esa ópera; que él tenía que verla. Uno va a la ópera por el alivio de constatar que la perfección es alcanzable. Pero, con esta obra Shostakovich nos recuerda que también es alcanzable el infierno perfecto: basta con levantarse un día y constatar que hemos perdido la nariz. Y nadie se debería ahorrar esa advertencia.

[Aquí pueden ver el anuncio de la puesta:]




Tuesday, April 23, 2013

Regalo de cumpleaños para Lenin: ahórquenme cien kulaks

Hay ternuras a las que resulta imposible resistirse. El artículo de Granma sobre el cumpleaños de Lenin ayer, por ejemplo, es una de ellas. La jaculatoria granmense se titula "Vladimir Ilich Lenin: Guía para todos los pueblos" y contiene una interesante cita de Fidel Castro sobre el momificado Vladimir: "Nadie, como él, fue capaz de interpretar esa teoría y llevarla adelante hasta sus últimas consecuencias.

Pensando en esa disposición de "
llevarla adelante hasta sus últimas consecuencias" recordé una carta del querido Valdimir Ilich que leí hace unos años y que se me quedó tatuada en la memoria. Traduzco aquí la versión de la carta en inglés que publicara Richard Pipes en su imprescindible libro The Unknown Lenin: From the Secret Archive. (Los subrayados de la carta son de Lenin.)


11 de agosto de 1918 
A Penza 
A los camaradas Kuraev, Bosh, Minkin y otros comunistas de Penza
¡Camaradas! La revuelta de los kulaks en cinco distritos debe ser reprimida sin piedad. Los intereses de toda la revolución exigen hacerlo, pues ahora "la última batalla decisiva" contra los kulaks se está llevando a cabo en todas partes. Y uno tiene que dar el ejemplo.
1. Ahorquen (ahórquenlos sin falta, para que el pueblo lo vea) no menos de cien kulaks, ricachones y sanguijuelas.
2. Publiquen sus nombres.
3. Quítenles todo el grano.
4. Elijan a las personas que van a usar como rehenes, como indiqué en mi telegrama de ayer.
Háganlo todo de forma tal que en cien verstás a la redonda, el pueblo vea, tiemble, lo sepa y grite: están estrangulando y van a estrangular hasta la muerte a esas sanguijuelas de los kulaks. 
Informen recibo del telegrama y su implementación.
Atentamente,
Lenin
PD: Búsquense unos cuantos tipos bien duros.

"Ahórquenme cien kulaks", ordena Lenin como quien pide un café con leche. Sí, sin dudas Vladimir Ilich —cuyo cumpleaños celebramos ayer—, estuvo siempre dispuesto a llevar la teoría "hasta sus últimas consecuencias". Sin embargo, esa frase de "nadie como él" suena un poco exagerada. Aunque Vladimir asesinaba con fruición y eficiencia, el comunismo ha contado con otros entusiastas del genocidio como método de control de población. Héroes del proletariado como Mao, Stalin o Pol Pot también ganaron sus medallas olímpicas en ese deporte que consiste en llevar la teoría "hasta sus últimas consecuencias".   

Pero en Lenin se combinaban con especial gracia y originalidad la afición a asesinar gente incómoda, la creatividad para construir campos de concentración en la zona polar y una nada proletaria pasión por coleccionar autos Rolls Royce —como alguna vez comenté en este blog. A lo mejor es ese collage de hobbies contradictorios lo que hace de él un "guía para todos los pueblos". Al fin y al cabo, como bien dijera Vladimir Ilich, "uno tiene que dar el ejemplo".

Friday, July 13, 2012

Rafael López Ramos: las bodas del deseo

El domingo 7 de julio, Rafael López Ramos inauguró su exposición Wonderland en la galería 17 Frost, que se encuentra en 17 Frost Street, Brooklyn, NY. La exposición se exhibirá hasta el 25 de agosto. Para verla, se debe hacer una cita previa llamando al (718) 902-5714 o enviando un mensaje a esta dirección de correo electrónico: 17frost@gmail.com

Obra de Rafael López Ramos

Este domingo, el pintor Rafael López Ramos (RLR) inauguró una exposición de sus obras recientes en Brooklyn. La galería se llama 17 Frost, pero el domingo allí no había escarcha sino un calor de 90 grados a la luz de la luna. Será por eso que todas las mujeres de los cuadros de RLR andaban desnudas. Será por eso también que 17 Frost no tiene cielo raso y mostraba una vigas tan desnudas como las mujeres de la pared. O bien pudiera ser que RLR, que parece llevar su mundo en los bolsillos, hubiese traído el calor de Miami a Williamsburg, que es un barrio usualmente tan cool...

Obra de Rafael López Ramos
El hecho es que en esos cuadros pululan latas de cerveza y jevitas en traje de Eva, envases plásticos y nenitas en cueros, fotos de carros y tetas al aire, piezas de cafetera y vaginas sonrientes, volantes de autos y más teticas frescas aún... En fin, "entartete Kunst", diría el cojo Pepe Goebbels; "decadencia burguesa", diría Pepe Stalin; "jueguitos de mercadeo", diría cualquier Pepe Pérez.

Aunque es hecho conocido que alguna vez jugó a la pelota, no me parece que RLR esté jugando ahora a nada con sus niñas en pelotas. Tras una hora mirando esos cuadros uno se lleva la impresión de que RLR juega a la verdad, como se decía antes cuando la gente apostaba el dinero del almuerzo en un partido de dominó. Y eso que la verdad ya no es ni la sombra de lo que era antes.

Lo que parece compulsar a RLR es la instrumentalización del cuerpo femenino, sí, pero más aún, del deseo mismo. Esa instrumentalización se puede expresar como pornografía, pero que no se limita a la libido. Mickey Mouse tentado por un billete de un millón es una metáfora de la perversión de un deseo infantil, o de la no menos perversa infantilización de ciertos deseos; y la superposición de un abridor de cerveza a los aviones de guerra sugiere la rebeldía adolescente reempacada como jingoísmo.

17 Frost. 7 de julio de 2012, a las 11:00 p.m.
RLR arma ese discurso en grandes lienzos igual que en esas obras de pequeño formato irregular que él llama POLIsexyGONS. (Uno de los tres conjuntos de obras que formaban parte de la exposición.) En esa serie, el abandono de la forma rectangular no parece un acto de rebeldía sino de resignación ante la adulteración que sufre cualquier cosa para convertirse en pieza de trueque. No hay en esas obras pequeñas otro alarde que el de la disciplina y la mesura. La impresión que se lleva el espectador es que RLR sabe exactamente lo que quiere decir, y cómo decirlo. Su pasión no parece rebajarse a la ansiedad, a la tentación del showman.

Si el dinero es la enajenación del trabajo, podríamos decir que la propaganda es la enajenación del deseo. Viendo esos cuadros de RLR uno recuerda los versos de Ernesto Cardenal: "Hemos deseado siempre más allá de lo deseado / Somos Somozas deseando más y más haciendas / More More More / y no sólo más, también algo 'diferente' / Las bodas del deseo / el coito de la volición perfecta / es el acto de la muerte". Y algo de muerte hay en esos cuerpos desnudos metidos en latas y envases de conservas; y en ese Mickey Mouse que, concentrado en el billete, no ve la ratonera. Esa misma ratonera que RLR parece ver —y mostrarnos— con perfecta nitidez.

Obra de Rafael López Ramos

Wednesday, January 18, 2012

Un amor imposible: el comunismo y el motor de combustión interna


La gente de ahora se ofende con una prontitud muy sospechosa. Darse por ofendido se ha convertido en un deporte más popular que el fútbol. Ya va siendo hora de que se incluya en los Juegos Olímpicos, digo yo...  Lo bueno es que "el deporte une a los pueblos". La semana pasada, sin ir más lejos, los mambises más desvelados de Miami y La Habana se rasgaron las vestiduras al unísono, ofendidísimos ambos todos por una sola imagen.

Resulta que a Dieter Zetsche, ese señor bigotudo que preside la Mercedes Benz, se le ocurrió usar una famosa foto del Che Guevara para una nueva promoción de su compañía. Los de Miami gritaron que cómo se atrevía a usar la imagen de ese indeseable para vender un automóvil magnífico. Los de La Habana chillaron que cómo se atrevía a usar la imagen de ese hombre magnífico para vender un automóvil... bueno, sí, magnífico también, pero de todas maneras...

La idea, sin dudas, debe haber sido la más obtusa que ha tenido Herr Zetsche desde que se le ocurrió comprar la Chrysler. Porque, puestos a ver, los comunistas, que en su momento lograron robar la tecnología necesaria para hacer bombas atómicas y que llegaron a construir cohetes espaciales y vehículos lunares, nunca lograron fabricar un automóvil decente. (Es por eso que cuando a usted le dicen que Corea del Norte está fabricando armas nucleares, lo cree y se preocupa; mientras que si alguien le propusiera comprar un automóvil de fabricación norcoreana se moriría de la risa.)

En Cuba, por ejemplo, se decía que todo el que manejara un Moskvitch soviético era creyente... pues 'creía' que tenía un auto. ¿A quién se le ocurre entonces asociar la idea del comunismo con un automóvil? Por uno de esos misterios que no nos está dado escudriñar, el marxismo leninismo es ontológicamente incompatible con el motor de combustión interna. La prueba más irrefutable de esa verdad colosal es el Trabant, aquel adefesio que fabricaban en Alemania Oriental, o la RDA, como decíamos entonces. Lograr que los alemanes, ¡los alemanes!, construyeran semejante ineptitud rodante en plena Sajonia es quizás el mejor ejemplo del extraño poder de los comunistas, Midas al revés, para convertir todo lo que tocaban en... caca.

Y además, ¿qué relación podría haber entre el Che y Mercedes (Benz)? De hecho, se dice que Guevara, en los tiempos románticos en que se dedicaba a hablar con Sartre por el día y a liquidar enemigos del pueblo en La Cabaña por la noche, recorría La Habana en un Chevrolet Impala del 59. (Un Chevy cheo el del Che, podrá decir el lector, pero sin dudas un auto mucho más proletario que un Mercedes.)

Si lo que necesitaban los de la Mercedes era un comunista para promover la marca, más lógico hubiese sido utilizar la imagen de los dos hermanos que embarcaron, perdón, que desembarcaron en Cuba con el Che, pues ellos sí han usado los modelos de la Mercedes Benz desde que sus últimas limusinas Chaika GAZ M13 de la era de Brezhnev quedaron muertas en la carretera por un ataque de perestroika.


La limusina Mercedes Benz del Hermano #1, Pol Pot
Y si se piensa en el mercado asiático, tan importante en estos tiempos que corren, otro camarada que serviría para promover la Mercedes sería el inolvidable Pol Pot. El tipo asesinó dos millones de camboyanos en aras de la construcción del socialismo, y prohibió a casi todo el mundo tener, o siquiera usar, un auto. Pero él, el Hermano #1, andaba siempre en una limusina de la Merecedes Benz. Prueba de que matar dos millones de personas no tiene por qué arruinarle a uno el buen gusto en cuestiones de transporte.

Una de las limousinas ZiS 150 de Iosif Stalin
Lo mismo no se podría decir de Stalin, por ejemplo, pues él andaba en una limusina blindada marca ZiS 150. ¿Orgullo soviético? Quién sabe. ZiS, al fin y al cabo, eran las iniciales de la fábrica Zavod Imeni Stalina, nombrada en honor de quien te dije. Pepito Acero habrá pensado: "Si Ford anda en un Ford, Stalin puede andar en un Stalin". El nombre de la fábrica, por cierto, después de la muerte del susodicho cambió a ZiL, iniciales de Zavod Imeni Likhacheva. Y es que veinte millones de muertos no lucen bien en el resumé de nadie.

En cualquier momento —cosas veredes, Sancho—, se aparecen los de la Ford con una campaña publicitaria ilustrada con una foto del Kim Jong Il, ya fritanga momificada, como lo vimos hace menos de un mes, paseando por Pyongyang en su limousina Lincoln, acostadido en el techo de flores blancas, tan cómodo y sereno, soñando con el paraíso proletario sobre un Fotingo del setenta y tres. 

Pero a fin de cuentas, quienes pudieran usar la idea del Sr. Zetsche mucho mejor que nadie serían los desalmados capitalistas de la Rolls-Royce. Cuando se trata de blasonar un patrocinador revolucionario, nadie podrá competir jamás con la Rolls, esa marca que tantos asocian con la más decandente plutocracia. Pues el líder del proletariado mundial, el profeta de la sociedad sin clases, el querido Vladimir Ilich Lenin (que su momia se conserve eternamente libre de polillas), usaba siempre la misma marca de autos: Rolls-Royce. El lema publicitario podría ser: "El camino al comunismo es glorioso... si uno va en un Rolls. ¡Viva la revolución!" 


Uno de los nueve Rolls-Royce de Vladimir Ilich Lenin


Tuesday, April 5, 2011

Stalin en Facebook

El otro día en la mañana, al entrar en Facebook, por alguna razón me di cuenta de que un amigo, que "postea" regularmente, hacía más de dos semanas que no colgaba nada en el muro. ¿Estaría enfermo? ¿Deprimido? ¿Se le había roto la computadora y se había quedado inválido al mismo tiempo? ¿Habría ido a visitar a la familia en Cuba? ¿Estaría preso? 

Al día siguiente me di cuenta de lo que había sucedido realmente. Hace tres semanas, un día que había colgado como doce cosas distintas, decidí borrarlo de mi muro. Así de simple. Me imagino que es lo que hace todo el mundo. Llega el momento en que uno dice, "¿Y quién demonios se cree este tipo que es?", y lo borra del muro.

El asunto me hizo recordar una tierna anécdota de Stalin. (Casi todas las anécdotas de Stalin son tiernas.) Cuenta Nikita Kruschov en sus memorias (Khrushchev Remembers, Little, Brown and Company, 1974), que en los últimos años de su vida, Stalin invitaba casi todas las noches a los miembros del Politburó a cenar en su dacha de Kuntsevo. (Como las ofertas de Vito Corleone, esas invitaciones no se podían rechazar.) 

A las cenas seguían largas veladas de vodka y conversación que a veces terminaban en grotescas escenas donde los líderes del proletariado mundial competían a ver quién podía disparar los pedos más olorosos o Stalin ordenaba al porcino Kruschov que bailara un jopak para burlarse de él. Nikita se daba cuenta de lo humillante de la situación pero, como él mismo dice en las memorias, “cuando Stalin te dice que bailes el jopak, tú bailas el jopak”.

But I digress...  Nikita dice que, cuando no le daba por soltar pedos o hacerlo bailar, Stalin podía ser un borracho melancólico. Se ponía a hablar de los tiempos de la Guerra Civil, de su exilio en Siberia... De vez en cuando, les preguntaba: "¿Y qué fue de Fulanovich? Hace años que no lo veo..." Muchas veces el Fulanovich en cuestión había sido fusilado por órdenes de Stalin. (Es una de las desventajas de asesinar a veinte millones de personas, que uno no puede acordarse después de a quién mató y a quién no.) El asunto era sumamente embarozoso para los presentes. Alguien tenía al fin que decirle: "Iosif Vissarianovich, a Fulanovich lo fusilaron en el 37 por ser espía británico."

Bueno, uno en Facebook se vuelve un Stalin virtual. En lugar de borrar a la gente de la historia poniéndolas contra un muro para fusilarlas, lo que hace es borrarlas del muro. Al que molesta mucho se le declara "enemigo del pueblo" y se le destierra a esa Siberia  que se llama "Hide All By". Y aprietas el botoncito y se acabó. Y dos semanas, o dos años después, se pregunta uno como Stalin, "¿Y qué habrá sido de Fulanovich que ya no cuelga nada en el muro?"

Y uno se va dando cuenta de que en la vida real, ésa que está fuera de Facebook, también es así. Llega el momento en que todas las amistades son una carga, además de una bendición. Y cuando la carga supera las bendiciones... ¡a Siberia!

Nos creemos mejores que Stalin porque sólo desterramos a la gente en Facebook, o porque sólo dejamos de contestarles el teléfono cuando molestan demasiado. Quién sabe de qué seríamos capaces si tuviéramos el poder absoluto del zar comunista. Si algo me ha enseñado Facebook es que somos pequeños Stalin a los que sólo nos falta tener a nuestras órdenes a los esbirros del KGB. Lo único que nos salva es nuestra mediocridad.

Notificación: Los lectores que hagan comentarios discrepantes sobre este post serán declarados enemigos del pueblo. Y sin son amigos míos en Facebook...

Sunday, April 18, 2010

La navaja de mi barbero


Esta semana fui a mi barbería de siempre, "Sal and Vin's Barber Stylist", fundada en 1952. Ese par de señores sicilianos se retiraron hace tiempo y vendieron su salón a un judío exsoviético de Tayikistán que lleva el negocio con espíritu stajanovita y domingo rojo cada semana, como pueden ver en la foto.

Mi barbero, amigo y socio del dueño, se hace llamar "Joe" en favor de sus clientes gringos. Después de varias visitas y conversaciones, un día le pregunté si su nombre en realidad era Iosif, y me confirmó que así era. Le comenté, con una sonrisa, que se llamaba igual que "nuestro querido Iosif Vissarianovich". "Por supuesto", me respondió. "Nací en 1953, el año de la muerte de Stalin, y mi madre, que lo admiraba mucho, me puso su nombre". Tenía la navaja en la mano cuando me hizo esta confesión y sentí un cosquilleo extraño en el cuello. "Supongo entonces que el padrecito Stalin no fue quien envió a tu familia a la bella Dusambé". Me dijo que de ninguna manera, que su familia había vivido durante muchas generaciones en la ciudad. (No me dijo —¿lo habrá olvidado?— que cuando él nació la ciudad se llamaba Stalinabad.)

Por eso no odiaba a Stalin la señora, pensé. Me imaginé que odiaría en su lugar a Nabuconodosor, ese otro Stalin que asoló Israel. Los primeros judíos de Dusambé, hace 2600 años, fueron ex cautivos de Babilonia que vinieron a dar a esa esquina del Asia. "¿Tú familia vino de Samarkanda, entonces?", le pregunté por congraciarme. "No, somos de España, sefarditas".

Bueno, me dije, entonces no odiarán a Nabuconodosor tampoco, sino a Fermando e Isabel, por haberlos echado de la Península. Y es que si uno es del pueblo elegido, tiene dónde elegir sus odios. Preferí no entrar en el tema de los Reyes Católicos con el barbero, que aún seguía con la navaja en la mano —en mi cuello—, y que sabe que soy católico.

Para cambiar la conversación, le conté sobre el plan de alquilar a sus colegas cubiches las barberías donde trabajan y le pareció muy interesante. Me hizo preguntas, me pidió detalles que yo no sabía. Cuando ya estaba mostrándome en dos espejos el resultado de sus labores, me dijo que los barberos deben ser dueños de su barbería, que si no la cosa no funciona; que lo sabe por experiencia propia. Le dije que coincidíamos. Pagué, le di las gracias y nos despedimos.

¿Qué diría su madre estalinista si lo oyera?

Thursday, March 19, 2009

Sugiuchi, Nikita y el primer strike.



Clásico Mundial de Béisbol

Desde los inicios del partido eliminatorio de anoche entre Cuba y Japón, pero con más urgencia a partir de la séptima entrada, los narradores del ESPN se preguntaban por qué los bateadores cubanos habían perdido su disciplina en el plato. ¿Cómo era posible que perdiendo 4 a 0 estos jugadores le hicieran swing al primer lanzamiento? "You have to know that the first strike you see is not going to be the best strike", decía el pobre narrador sin entender qué les pasaba a los cubanos. Cuando Cepeda abrió la novena haciéndole swing al primer lanzamiento de Sugiuchi —para conectar un manso elevado que produjo el primer out—, los chicos de ESPN no se lo podían creer. “¿Cómo le va a hacer swing al primer lanzamiento del noveno inning perdiendo 5 a 0?”, decía el analista.

El analista no podía entender lo que sucedía. Probablemente no había leído un artículo del Granma del martes en el que el ex presidente cubano (aparentemente un experto en béisbol) decía: “Desgraciadamente, en nuestro país se creó el hábito malsano de esperar el primer strike, vieja costumbre en que fueron educados los peloteros cubanos, un hábito que los pitchers adversarios conocen y lanzan tranquilamente el primer strike por el centro del home. Hay que obligarlos a una tarea difícil desde el primer instante.”

Kruschev solía contar que Stalin, en medio de sus borracheras, le ordenaba bailar el jopak para reírse del obeso Nikita. Kruschev no disfrutaba la burla, claro está, pero “cuando Stalin te dice que bailes el jopak, tú bailas el jopak”, explicaría más tarde el carnicerito de Kiev. Y cuando el ex presidente de Cuba te dice que le tires al primer strike, tú le tiras al primer strike, te diría Cepeda.