Anuncio comercial cubano, 1907 |
La primera declaración de independencia de Cuba no fue el 10 de octubre de 1868 (como nos enseñaron en la escuela), sino diecisiete años antes, en 1851. Los camagüeyanos Joaquín de Agüero Agüero, Francisco Agüero Estrada y Ubaldo Arteaga Piña, cometieron un error que a la larga sería fatal para su gloria: decidieron declarar la independencia de la Isla el 4 de julio, emulando a las Trece Colonias del norte. Las luchas independentistas cubanas del resto de siglo XIX estarían frecuentemente matrimoniadas con el anexionismo, vergüenza familiar que intentamos esconder los cubanos en la trastienda de nuestra historiografía —junto con la abuela negra de Luis Carbonell. La progresiva separación de anexionismo e independentismo fue quizás la causa de que nuestros historiadores, con una mojigatería que siempre ha seguido acrecentándose, prefirieran olvidar aquella fecha que —aun avalada por una declaración de independencia—, apuntaba al norte en el calendario.
A 161 años de su publicación, el Manifiesto a los habitantes de la isla de Cuba y proclamación de su independencia merece ser releído. Lo he saboreado con curiosidad y asombro entre esas "cubanerías" a las que, como he dicho en el post anterior, estoy dedicado en estos días. Quien quiera conocerlo en su totalidad, puede consultar el libro Cuba y su gobierno, de Pedro José Guiteras, publicado en Inglaterra en 1853. Pero aquí les van algunos fragmentos que podría ser interesante releer en un día como hoy. ¡Feliz 4 de julio a todos!
La razón humana se rebela contra la idea de que puede prolongarse, indefinidamente, la situación social y política de un pueblo en que el hombre, destituido de derechos y garantías, sin seguridad en su persona ni en sus intereses, sin goces en lo presente, sin esperanzas para el porvenir, vive solo por la voluntad y bajo las condiciones que quieren imponerle todos y cada uno de sus tiranos. Una vil calumnia, la cita de un procesado, la sospecha de un mandarín, la palabra sorprendida en el santuario de la familia, o la fé violada de una carta, son méritos sobrados para arrancar á un hombre de sus hogares y lanzarle á morir de miseria y desesperacion á suelo estraño; sino es que se le somete á las insultantes fórmulas de un tribunal bárbaro y arbitrario, donde sus mismos perseguidores son los jueces que le condenan y donde en vez de justificarsele el delito se le exige que pruebe su inocencia. Tan violenta situación hace ya muchos años que Cuba la soporta, y lejos de prometerse algun remedio, cada día adquiere nuevas pruebas de que el estravío de su Metrópoli, y la ferocidad de sus gobernantes, no concederan treguas ni descanso hasta verla reducida á un inmenso presidio, donde haya un guardián para cada cubano y éste tenga que pagarlo para que lo mande. [...]
Desengáñese el Gobierno del poder de sus bayonetas y de la eficacia de todos los medios que ha inventado para oprimirnos y espiarnos. A la faz de sus mismas autoridades, á la vista de los esbirros que nos cercan; el día que nos hemos resuelto á recobrar nuestros derechos y á romper por la fuerza nuestras cadenas, nada nos ha impedido reunimos, combinar el plan de nuestra revolución, y el grito de Libertad é Independencia resonará desde la punta de Maisí al cabo de San Antonio.
El mundo se negaría á creer la historia de las horrendas iniquidades que en Cuba se han perpetrado, y considerará con razón, que si ha habido monstruos capaces de cometerlas, no es concebible que hubiese hombres que por tan largo tiempo se resignasen á soportarlas. [...]
Joaquín de Agüero Agüero, Francisco Agüero y Estrada y Ubaldo Arteaga Piña
4 de julio de 1851
Puerto Píncipe, Cuba
Puerto Píncipe, Cuba
querido Tersites, no en la lista de los camagueyanos que firmaron esa declaracion pero si en la de los cuatro que fueron fusilados por intentar hacerla realidad esta un pariente mio Tomas Betancourt y Zayas (los otros son Joaquin de Aguero, Miguel Benavides y Fernando de Zayas). De ese parentesco no estoy particularmente orgulloso por razones que explico en un texto del que te pego a continuacion un fragmento y que escribi expresamente para el librillo del disco de Pavel y Gema "Art Bembé:
ReplyDelete[...]
Resulta que hace siglo y medio, un joven hacendado cubano, Tomás Betancourt y Zayas, no hizo nada de especial: tuvo sexo con una de sus esclavas. Pero tiempo después, y no necesariamente a consecuencia de lo anterior, hizo algo verdaderamente trascendente: se unió a tres jóvenes hacendados más en la heroica empresa de liberar a Cuba de España, adelantándose en casi dos décadas al Padre de la Patria y su guerra de independencia. Corría el año 1851 y como era de esperar casi enseguida los cuatro heroicos aprendices de libertadores fueron capturados y ejecutados. Pero resulta que mientras esperaba convertirse en uno de los cuatro primeros fusilados de la historia cubana (otra nutrida tradición nacional), Don Tomás recibió la visita de la esclava antes mencionada. Esta no le traía una taza de chocolate, por ejemplo, sino una niña recién nacida para que la reconociera como su hija. Don Tomás Betancourt y Zayas, tomando en cuenta su alta responsabilidad patriótica en momento tan trascendente como aquél, sabiendo que ese gesto resultaría decisivo en la conformación futura de la nación por la que luchaba, no reconoció a la niña. Después de todo, como parte de su dotación de esclavos, aquella niña de todas maneras llevaría su apellido. Pues bien, puede que Don Tomás no fuera el padre de la criatura pero aquella niña era mi tatarabuela Lolila. Así que si no llevo en las venas sangre de fusilado llevo la de aquella esclava que Don Tomás se anexionó en algún oscuro rincón de su finca. No es precisamente un ejemplo feliz de mestizaje. Al hacendado liberal, fallido libertador él mismo, le fue imposible superar la extrañeza formal hacia la mujer cuya carne no le había resultado ajena, sino cercana y apetecible.[...]