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Wednesday, May 20, 2009

Del exilio

El exilio es una decisión retroactiva. Marcharse a tierra extraña,
en primera instancia, es un acto forzado o inducido por las circunstancias, los gobiernos, la necesidad, la injusticia. El tiempo
sin embargo, lo va convirtiendo en una decisión que tomamos libremente. Después de unos años llegamos a la conclusión, melancólica y liberadora, de que tuvimos la opción de “quedarnos”
a vivir, malvivir o morir en el sitio que nos fue deparado. Pero elegimos largarnos.

Y esa elección, que no descubrimos como tal hasta mucho después, supone —posibilita— muchas otras. Decidimos posarnos en Estados Unidos, México o España, Madrid o Barcelona, New York o Miami. Los que huimos de las extrañas islas de la cubanidad, seleccionamos entonces con paciencia no exenta de deleite los pedazos de la cubanía que mejor nos sientan. Escapados del lenguaje pedestre (“¿Qué bolá, acere?”), la curiosidad por la vida ajena, la monomanía política y tantos otros vicios de la tribu, podemos un día poner un disco de Tejedor y descubrirle el encanto a las “tinieblas de la noche”. Así nos acostumbramos a degustar una cubanía mansa, que dejamos salir de la jaula cuando pensamos que no nos va a morder o a lacerar.

Porque lo cierto es que vivir en Cuba o ser cubano “a tiempo completo” es un trabajo para el que no todos estamos entrenados. Los cubanos se marchan maldiciendo la unanimidad decretada por
los mandantes. Se necesitan unos años para comprender además el esfuerzo brutal que supone convivir con el sol caribeño, la gritería,
los vecinos, las cuatro cucharadas de azúcar en el café, los Van Van, los chistes que no dan deseos de reír, la tía insoportable. Visto así,
el exilio debería llamarse alivio.

La tesis contraria es suponer que esas razones menudas que enumero las vamos inventando o reuniendo para salvarnos del hecho antinatural de mascullar la misa en un idioma ajeno y usar bufandas en otoño; para soportar la tarea ingrata de reescribir esta vida que vivimos como si no fuera sólo un sucedáneo de aquella que nos estaba destinada, la verdadera, la nuestra.

En fin, ya es 20 de mayo. La República, que se asemeja cada vez más
a los animales disecados y con ojos de vidrio que pueblan nuestro antiguo Capitolio, cumple 107 años. Con la ayuda del libro de cocina que mi madre usara en La Escuela del Hogar hace más de medio siglo, MD ha preparado un quimbombó exquisito. Los Yankees ganaron
9 a 1. ¿De qué podría uno quejarse?

3 comments:

  1. 1) prometo solemnemente cambiar el que bola? por el que boleros? al menos contigo.
    2) ya lo dijo lidia cabrera? suertuda ella q redescubrio la musica cubana a orillas del sena otros a orillas del rio Rimac, o del Okeechobee :)
    3) en la proxima convivencia de que Van Van,que aqui el que baila gana...
    4) Cocina al minuto, tengo q mandarle a MD, Nicolini, para su huancaina.
    5) gracias por recordar el 20 mayo,

    lo disfrute,
    Inge

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  2. Estimado Tersites, para un "prejuiciado" del psicoanalisis su exilio como "decision retroactiva" es genial y harto sospechoso.
    Habia olvidado la palabra "quimbombo", asi que confieso mi emocion cuando recordé de repente que al quimbombo hay que "cortarle la baba". No sera una magdalena...
    P

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