Powered By Blogger

Thursday, May 21, 2009

Gracias por la primavera rota

La muerte de Benedetti me produjo el sentimiento natural de piedad que provoca la desaparición de cualquier ser humano, pero no más. No pensaba escribir sobre su obra vasta y basta. “Basta”, me dije. Sin embargo, leyendo los obituarios que se han escrito sobre el autor, he encontrado un par de cosas llamativas.

Hoy en el Granma, Rolando Pérez Betancourt comienza su artículo de rigor sobre Benedetti de esta manera:

Al igual que Marcel Proust y Lezama Lima, Mario Benedetti fue un asmático crónico en lucha perenne con la enfermedad, que nunca lo doblegó en su empeño de convertir la vida en arte.
Pobre Lezama. Dentro de poco en La Habana, si uno se va a referir al Reichmarschall Hermann Göring, tendrá que decir: “Göring, que era gordo como Lezama Lima”. ¿A quién se le ocurre pensar en Lezama en conjunción con Benedetti? Hubiese sido mucho más lógico, por ejemplo, decir que Benedetti “sufría problemas cardíacos como Manuel Cofiño”. Ése sí era un escritor cubano que uno puede relacionar con el uruguayo: la misma prosa desabrida, el sentimentalismo revolucionario que parece un batido de tajadas frías de Corín Tellado con tres o cuatro cucharadas de Lenin y una pizca de Stalin para darle sabor combativo, la militancia ovejuna, los títulos picúos (Cofiño: Cuando la sangre se parece al fuego, La última mujer y el próximo combate. Benedetti: La casa y el ladrillo, Gracias por el fuego, Primavera con una esquina rota). Pero no, había que sacar otra vez a Lezama de su tumba y ponerlo a bailar la rumba en mala compañía. Resulta que ahora no logran dejarlo solo, habiendo estado él tan solo durante los últimos años de su vida, postrado en su trono de Trocadero.

El segundo detalle que me llamó la atención estaba en la nota necrológica del New York Times. Rezaba así:

He went into exile, living first in Buenos Aires, until threats from right-wing death squads forced his departure; then in Lima, Peru, until he was detained and deported; next in Havana; and finally in Madrid. He returned to Uruguay 12 years later, but also continued to spend time in Spain, where his work was enormously popular.


Me pareció curioso que al describir las coordenadas de su exilio itinerante aclararan que se fue de Buenos Aires bajo amenaza de muerte, que lo deportaron de Perú y que se fue de Madrid para regresar a su patria. Perfecto. Pero ¿por qué se fue de Cuba? El New York Times no dice ni una palabra. Esa era la partida que necesitaba explicación. Si un señor que sueña con construir el paraíso de los proletarios en Montevideo se va a vivir su exilio al paraíso proletario de La Habana, ¿por qué se iría jamás de allí? Uno supone que en Cuba Benedetti estaría “en su salsa”. La explicación es necesaria porque los mal pensados —entre los que no estoy, por supuesto— podrían maliciar que Benedetti compró cabeza y le cogió miedo a los ojos.

¿Sería acaso que a Don Mario le pasó lo que a tantos refugiados chilenos? Después del “pinochetazo”, miles de chilenos comprometidos con la Unidad Popular fueron a recalar en La Habana. Era su destino lógico. Seis o siete años más tarde, sin embargo, la mayoría de ellos había decidido que era mejor soportar el frío de Noruega o someterse a los rigores de aprender sueco antes que disfrutar de la hospitalidad del primer territorio libre de América. ¿Sería eso lo que le pasó al autor de Cultura entre dos fuegos? ¿Estaría él cocinándose entre los dos fuegos de la dictadura uruguaya y la atenta solidaridad de un paraíso tropical y socialista a la vez? No me atrevería a pensar semejante cosa. Pero si la nota necrológica del New York Times hubiese ofrecido al menos una sucinta explicación de su salida de La Habana, me habría ahorrado este desvelo. Sería una pesadilla imaginar que un domingo de la década del setenta, en lo más arduo de un trabajo voluntario, Benedetti miró el sol de justicia del trópico, les dio las gracias por el fuego a sus anfitriones cubiches y decidió irse a España en busca de la primavera, sin importarle que ésta tuviese o no alguna esquina rota.

1 comment:

  1. tersites creo q Borges lo dijo en una de sus milongas,no hay cosa como la muerte, para mejorar a la gente :)

    inge

    ReplyDelete