Foto: Tersites Domilo, 2011 |
Uno se levanta y es el Día de Recordación, y vuelve a añorar el Alzheimer. ¿Cuándo celebraremos el Día del Olvido? Después de todo, quizás no es tan perversa esa costumbre americana de diluir a los héroes en los "Memorial Weekend Specials" que anunciaban las tiendas esta semana.
El más pequeño de los hijos va a desfilar con su equipo de pelota, de modo que nos levantamos todos y vamos al desfile. Haber nacido en cierta isla y en cierta década lo hace a uno estar vacunado contra todos los desfiles. (Uno recuerda a Milan Kundera hablando de la repugnante alegría del ser en el desfile del Primero de Mayo.) Pero el benjamín de la familia no puede hacer quedar mal a su equipo. De modo que allá vamos, y cargo con la cámara.
De pronto, pasa esta muchacha minusválida. El señor que empuja su carrito, un catequista a quien saludo cada domingo, me ignora: sólo la mira a ella con arrobo. Pero ella me mira a mí en el momento mismo en que voy a hacer la foto y me saluda agitando su bandera americana. Avergonzado, aprieto el obsturador.
Recuerdo de pronto a otra chica minusválida en otro desfile el mes pasado, allá en La Habana. Otro detalle que proclama —cuando quisiera también olvidarlo— que todos los desfiles son el mismo, el único desfile de los entusiastas.
Foto: Tersites Domilo, 2011 |
Pasa después el líder de una tropa de Boy Scouts. Lo veo a través de la lente y temo que en cualquier instante levante la mano y comience a gritar "Sieg Heil!, Sieg Heil!" Pero el señor pasa en silencio al frente de su tropa sin dar chillidos germanos de salve a la victoria.
Uno se pregunta, sin embargo, quién sería él en otra década, en una ciudad de Alemania, por ejemplo. Quien ha vivido ciertos experimentos se pregunta cómo se comportaría cada quien si le pideran que pateara al que se sienta a su lado en la escuela, si le ordenaran espiar a los vecinos o delatar a los amigos como un deber patriótico.
Y sin embargo, este señor no ha hecho nada que debiera ofenderme, y nadie debería reprocharle ser rubio, tener treinta libras de más, llevar el pelo muy, muy corto, o desfilar con un uniforme que recuerda al de los camisas pardas. Dos o tres coincidencias no deberían inquietar a nadie.
Foto: Tersites Domilo, 2011 |
Después pasa la banda, en filas y marchando. Tocan una música vagamente marcial, como si estuvieran invitando a alguien a irse a la guerra. Porque es eso: cada muestra de gratitud por quien murió oliendo pólvora y lodo es una invitación, una validación de lo que hicieron. Y ante ese homenaje, podría parecer una señal de ingratitud buscar matices, pensar dos veces, preguntarse.
Lo he disfrutado mucho, Tersites. Y me ha hecho recordar otra de Kundera. La pintora en el exilio a la que retocan su retrato en un catálogo con alambres de púa y exclama: "Mi enemigo no es el comunsmo sino el kitsch!".
ReplyDeletecierto q estamos vacunados contra desfiles, discursos, colas, voluntariados, etc. cuando llegamos por estos lares Mae participo con la escuela en una parada martiana en Hialeah, ya te lo dije todo verdad? ella ni tenia idea de lo q estaba pasando alli. renegamos todo el tiempo. la almohadita en que llevaba los zapaticos de rosa le sirvio para sentarse. ya te imaginas como termino. primera y ultima. el entusiasmo nunca ha sido mi fuerte. espero no trasmitirselos, ahora q gritan go Heat go y yo no las entiendo tampoco ;)
ReplyDeleteinge