La pregunta de siempre fue si Franco era monárquico o falangista. A partir de hoy, las especulaciones del periodista José María Zavala nos plantean otra interrogación: ¿Era Franco monárquico o monórquico? Según Zavala, el Caudillo tenía un solo testículo.
Franco quería que hubiese un solo caudillo, una sola España y un solo partido. ¿Se habrá extirpado el huevo izquierdo en una rabieta unitaria y derechista? No lo sé, pero la noticia, y los chistes que la seguirán, nos recuerdan que la gente emplea cualquier justificación para burlarse de los tiranos. Hasta la muerte.
A mediado de los años setenta, cuando Chevy Chase hacía el “Weekly Update” de Saturday Night Live, Franco pasó dos años muriéndose. Los españoles, que habían aguantado al dictador por cuarenta años, comenzaron a impacientarse. ¿Por qué no se acababa de morir el cabrón? Se enfermaba, delegaba el poder en Juan Carlos, volvía, firmaba sentencias de muerte, regresaba al hospital… Cuando al fin pasó a mejor vida, durante varias semanas Chevy Chase repitió una rutina cómica sobre el “hecho biológico”. Cerraba cada sábado su segmento de “noticias” con una exclusiva de última hora: “El generalísimo Francisco Franco sigue muerto”. Lo pueden ver aquí, con subtítulos en español:
He escuchado y leído varios debates sobre si aceptable o no desear la muerte a los dictadores o celebrarla cuando ésta ocurre. Para mí la respuesta es clara: ninguna de las dos cosas es aceptable. Ni le deseo la muerte a nadie, ni saldría en una conga a celebrar la muerte de ninguna persona. Me dan pena esas celebraciones.
Me dio vergüenza ajena, por ejemplo, ver a los chilenos celebrando como una fiesta la muerte de su gorila. Sin embargo, ¿quién tiene la culpa de esos deseos malsanos o de esos festejos macabros: quienes los experimentan o quien los provoca? Volviendo a Franco, los españoles sabían que "el cuartico seguiría igualito" mientras no se muriera aquel vejete ególatra e incapaz de soltar la teta del poder. ¿Podían evitar la esperanza de que su muerte sería el principio del fin de una larga pesadilla? ¿No era Franco el responsable último de esas ganas que tenían tantos de ver finalmente su velorio?
Por otra parte, ¿no es repugnante el hecho de que un individuo quiera gobernar como un capataz a sus conciudadanos por cuarenta años? Y hasta el mismo final, Franco hizo todo lo posible porque el régimen que había impuesto perdurara intacto tras su muerte. Su famosa frase, “todo queda atado, y bien atado”, expresa el perverso deseo de seguir “salándole” la vida a los españoles desde la tumba.
Los nudos “bien atados” del franquismo no resultaron tan férreos como pensaba el Caudillo cabroncillo. Pero nada de eso estaba claro en 1975. En su libro Así se hizo la transición, Victoria Prego nos cuenta que la manifestación más multitudinaria de todo el franquismo fue la del 1 de octubre de 1975. Los partidarios se reunieron, con Franco a punto de ser fiambre, para mostrar su apoyo al régimen ante las críticas que recibía por las ejecuciones de cinco terroristas de los grupos ETA y FRAP. Franco, con voz y mano temblorosas, repitió sus acusaciones de siempre: que sus críticos internos y externos eran parte de una conspiración internacional para destruir a España. Otra vez quería convencer a los españolitos de que el fin de su régimen supondría el fin de España. Más de 200,000 personas lo aplaudieron frenéticamente, como se puede ver en el video más abajo.
Las consignas que repetía el pueblo enardecido ese día no dejan de ser llamativas. Según nos cuenta Raúl Calvo Trenado, los franquistas gritaban: "Si ellos tienen ONU, nosotros tenemos DOS". ¿Qué habrá pensado el viejo Paco de eso si es cierto que tenía sólo un testículo viudo? Sin embargo, de seguro se habrá alegrado al escuchar a sus falangistas chillar “No queremos apertura, queremos mano dura” y también la consigna de siempre: “Franco, Franco, Franco”. En fin, todo parecía muy bien atado. Cincuenta días más tarde, el 20 de noviembre del 75, murió Franco y comenzó la transición.