Los americanos, definitivamente, ven demasiada televisión. Muerto Osama, comenzaron a gritar "¡U, S, A!, ¡U, S, A!". Pero han pasado más de tres días y el cadáver nada exquisito del carnicero saudita comienza a oler mal. Cosas veredes: En unos días más, querrán ajusticiar a Obama. Parece oportuno entonces aclarar ciertas nociones. (Asuma el lector que, delante de cada uno de los enunciados que siguen, está la palabra "probablemente", pues de no tengo certeza de lo que digo más allá de la que regala el sentido común.)
1. Los Navy SEALs no tuvieron nunca la intención de apresar a Bin Laden vivo, como nunca tuvieron intención alguna de tomar un té con él discutiendo los valores arquitectónicos de la mezquita de Córdoba. Fueron a matarlo como un perro. Y eso fue lo que hicieron.
2. No hay modo de justificar legalmente la entrada a otro país soberano, la realización de una operación militar, el asesinato de cuatro personas y el robo de computadoras, diversos equipos y un cadáver.
3. Si Bin Laden dio señales de rendirse, y los Navy SEALs lo asesinaron de todas maneras, ninguna de las normas comúnmente aceptadas en la guerra lo justificaría.
4. La decisión de matar a Osama bin Laden mediante la operación realizada el domingo fue no solo correcta, sino imperativa.
5. El método elegido fue horripilante, pero esencialmente correcto. Y perfectamente ejecutado. (Pun intended.)
Me imagino que los puntos 4 y 5 requieren justificación. Allá vamos.
Osama bin Laden fue el responsable de los ataques del 11 septiembre, donde murieron miles de ciudadanos de EE.UU. El horror de esas muertes, el horror de esas personas colgando de las columnas del Word Trade Center antes de lanzarse al vacío, marcó la historia de los EE.UU... como se marcan las reses con hierro candente.
Osama bin Laden fue responsable de varios miles de muertes más. (Algunos comentaristas indican que más de 20,000.) Y fue el arquitecto de una red terrorista internacional que ha causado innumerables muertes y daños materiales. Más allá de las razones que se puedan aducir para explicar sus actos —y serían muchas, y la política internacional de EE.UU. forma parte esencial de ellas—, Bin Laden era un enemigo implacable, amoral, sanguinario y eficaz, y una amenaza constante para los EE.UU. Para el presidente del país, dejar pasar la oportunidad de sacarlo de escena hubiese sido un acto irresponsable. [Por cierto, ya se divulga en las computadoras ocupadas en el asalto han hallado planes de ataque para el décimo aniversario de Septiembre 11.]
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"Falling man", 11 de septiembre de 2001 |
Si aceptamos que el deber de Obama era hacer todo lo posible por eliminarlo, quedan otras preguntas. ¿Por qué no ir "por los canales normales" y pedir su extradición a Pakistán? Bueno, se sabe que los servicios de inteligencia pakistaníes jamás hubiesen detenido y entregado a Osama bin Laden. (Las pruebas son conocidas y no hay que repetirlas.)
Y entonces, si había que sacarlo de escena, y había que violar las normas internacionales y entrar a Pakistán por la fuerza y capturarlo, ¿por qué no apresarlo? ¿Por qué ese asesinato al estilo de los Corleone? (Las fotos disponibles hasta ahora parecen indicar que se trató más de una ejecución que de una batalla.)
Enjuiciar a Osama bin Laden hubiese sido, desde el punto de vista jurídico, un laberinto imposible de salvar, como lo demuestran los casos —mucho menos complejos— de los prisioneros de Guantánamo. (Los detalles del asunto rebasan un simple post, pero son bastante claros y convincentes.)
Y políticamente hubiese sido inviable también. Primero porque hubiese ofrecido a Osama bin Laden el tiempo y los medios para proseguir su labor de patrón universal del terrorismo islámico, y segundo porque las propias violaciones del derecho internacional que el gobierno de los Estados Unidos ha cometido en Guantánamo harían imposible la conducción de un juicio aceptable para la opinión pública internacional. Y tercero porque Osama bin Laden era una persona suficientemente carismática —al menos para su audiencia natural: el mundo árabe e islámico— como para causar muchísimos males en los años de juicio y prisión. ¿Por qué habría que ofrecer esa carta al asesino de miles de estadounidenses? ¿No sería eso, desde el punto de vista del presidente de EE.UU., una irresponsabilidad?
Póngase el lector en el lugar del presidente Obama. Un asesor llega y le dice que saben dónde está Osama bin Laden. ¿De veras cree que podría hacer algo diferente? La decisión que tomó Obama tiene sus esquinas repugnantes, su olor a crimen, su sabor a sangre y a matanza. Pero fue la decisión correcta. Y hay que agradecerle que cargue en su conciencia con una decisión horrible de la que todos, incluso los que lo critican, nos beneficiamos.
Las quejas y las críticas que se oyen ahora son, por una parte, la reacción natural de cualquier persona ética y sensible ante hechos de dudosa moralidad, de evidente ilegalidad y de grotesca violencia. Pero esas críticas son también un síntoma de nuestra falta de entereza para aceptar que el mundo no es una película donde los actos de los buenos (y "los buenos" siempre somos "nosotros") no tienen resonancias malignas. ¿Quién dijo que la vida era una película donde el bueno se queda siempre al final con la muchacha de los ojos húmedos?