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Tuesday, April 28, 2009

Bob Dylan: en acción de gracias


Ir a un concierto de Bob Dylan es un acto de fe. Su voz recuerda una catedral bombardeada, como esa fotos de Dresde en 1945, con los restos humeantes de iglesias que sabemos que alguna vez fueron hermosas y quedaron reducidas a un delirio de humo y destrucción. La diferencia estriba en que Dresde fue una ciudad preciosa, mientras que la voz de Dylan nunca lo fue. Sin embargo, era su voz, y ya no queda casi nada de ella, sino una queja que delata al fumador irredento. Se viste en un traje negro de cowboy, el sombrero de El Zorro y las botas de Billy the Kid. Creerías que es Melquiades que ha vuelto a Macondo y en cualquier momento te va a proponer venderte el secreto de la piedra filosofal. (Y de algún modo sientes que se lo comprarías.)

Bob Dylan es un viejo flaco y vapuleado, y parece un viejo flaco y vapuleado. Ya casi nunca toca la guitarra ni la armónica. Desde hace unos años decidió tocar casi exclusivamente el piano eléctrico. Como tantas otras cosas en su caso, nadie sabe por qué carajos hace nada de eso.

Como se sabe, Dylan no toca en vivo las versiones que uno se aprendió escuchando los discos. No es que cambie el arreglo: tortura la melodía y el ritmo hasta que la canción es imposible de reconocer a no ser por la letra. Lo cual no ayuda mucho: cuando tenía voz, Dylan era difícil de descifrar, y ahora que sus canto es un gruñido de cocodrilo agonizante, necesitas un duende traductor que te revele lo que dice. Cuando trata de moverse o "bailar" delante del piano, uno se siente más inclinado a la lástima que a la admiración. Y por lo demás no dice una sola palabra al público, sólo se inclina ligeramente cuando la gente aplaude al final de las canciones.

¿Y por qué demonios va uno a sus conciertos? Vas porque quieres ver de cerca (la segunda vez que lo vi estaba bien cerca, gracias a MD que compró entradas dignas de una emperatriz macedonia) al tipo capaz de escribir lo que ha escrito, porque lo ves y tienes la sensación de que, a pesar del sabotaje que le hace a la nostalgia, su magia residual sigue siendo palpable. Vas porque en él está, como en nadie quizás, la música y la poesía (la historia también) de este país de pesadilla y de sueños, y es simplemente sobrecogedor pensar que un judío flaco y sin voz, de 67 años, pueda ser el resumen de tantas cosas.

Y uno va porque sus discos recientes no son un plagio de su antigua artesanía, sino un puñado de canciones en la síncopa del blues que pudieron ser escritas por un músico negro de los años treinta (algunas lo son) y que al mismo tiempo suenan inevitablemente "dylanescas". Vas para ver una de las pocas personas a las que se podría llamar "leyenda viva" sin mentir en ninguna de las dos palabras.

Hoy, a la hora del almuerzo, cometí otro acto de fe. Me fui a Barnes & Noble y compré Together Through Life, el disco que sacó hoy al mercado. [Comprar un disco el mismo día que sale es una malcriadez adolescente que muchos no pudimos disfrutar en la adolescencia.] Es otra insistencia en el blues, pero con un sonido que me recuerda más el sabor de los cincuenta y el inicio de los sesenta. Escuchando las dos primeras canciones ("Beyond Here Lies Nothin'" y "Life is Hard") pensé que podrían ser parte de la banda sonora de La Dolce Vita. Mi primera impresión es que es un disco inferior al anterior, Modern Times, pero uno encuentra en él lo que busca: la voz destrozada, las letras “cubistas”, los arreglos caprichosos pero impecables, cierta forma de ver el mundo y de decir las cosas, una vocación de otredad que conoce sus límites pero que no obstante insiste, insiste, insiste. Y eso es motivo suficiente para dar gracias.

Aquí tienen "Beyond Here Lies Nothin'":



Y para recordar que algún día tuvo voz, aquí tienen el final de No Direction Home, el documental de Martin Scorsese. La toma, que da paso a los créditos, es del concierto en el Manchester Free Trade Hall el 17 de mayo de 1966. Se puede escuchar cuando del público le gritan "Judas" y "traidor" a Dylan antes de cantar "Like a Rolling Stone". Los fanáticos de Dylan consideraban que era una traición tocar con instrumentos eléctricos. La respuesta de Dylan no es conciliadora: se vira para sus músicos y les dice: "Play it fucking loud!". Disfrútenlo:

1 comment:

  1. y usted si q tiene fe senhor tersites, y para colmo termina comprando la piedra filosofal, bueno cargala en un jolongo cdo vengas pa'la pequenha habana, o si esa convivencia de pinarenhos en valley stream resulta, ahi mismo le dare candela.
    inge

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