Interrumpo las vacaciones que me había tomado durante el Jueves y el Viernes Santos obligado por la noticia del día. Con ochenta y dos años acaba de morir Corín Tellado. ¿Cómo será la vida a partir de mañana? La señora había publicado más de cuatro mil novelas, de las que se habían vendido 400 millones de ejemplares. El País nos cuenta que en los años sesenta la UNESCO le dio el premio a la “autora viva más leída en castellano”. La gente, que supone que la modestia es una virtud, cuando le dan un premio siempre dicen aquello de que “este premio no es mío sino de todos mis colaboradores/equipo/compatriotas/lectores”. En este caso era cierto: ese premio de la UNESCO debió ser interpretado como un premio colectivo al buen gusto de todos nosotros, los que leemos en español.
[Corín, por su parte, no padecía de exceso de modestia. En una entrevista aparecida en ABC en el año 2003 declaró: "Lo cierto es que ahora mis novelas cortas están en las librerías con el formato de los clásicos. Ya sabes, Lope también escribió mucho." Y le faltó mencionar a Quevedo, supongo, que también escribía muchísimo.]
Sus admiradores no son solo los lectores de novelitas rosa y los despistados especialistas de la UNESCO. Vargas Llosa ha declarado que "Corín Tellado con esas novelitas ligeras daba a sus lectoras esa ración de fantasía e irracionalidad sin la que no podemos vivir". Cabrera Infante (quien comparó a Corín Tellado con Sor Juana Inés de la Cruz) y García Márquez, en algún momento, tuvieron palabras elogiosas para ella. [Por otra parte, recuerdo que García Márquez, en la entrevista que Armando López le hiciera para la revista habanera Opina, declaró también que le encantaba aquella canción de la Ritmo Oriental que repetía at infinitum la espléndida frase “ahora lo que tengo es mamey”, así que nunca se sabe.] Antes pensaba que esos elogios para la incontenible escritora eran sólo una prueba de la imaginación y el sentido del humor de los escritores del Boom o el poder arrollador del éxito sobre el juicio crítico de los seres humanos. Después de leer los periódicos hoy, ya no estoy tan seguro.
Cuando tenía diez u once años y comencé a leer cualquier cosa que me cayera en las manos, encontré dos novelitas de Corín Tellado que había en mi casa. El argumento de ambas me pareció ligeramente predecible. Desistí por tanto de su lectura y seguí insistiendo en Verne, Dumas y Salgari. De hecho, hasta muchos años después estuve convencido de que Corín Tellado no existía, que se trataba de un nombre comercial que usaban un grupo de mercenarios de pluma rosa. Ahora, al leer los elogios que repiten lo periódicos ante su muerte, me preguntó si no fue un error renunciar a la minuciosa lectura del resto de sus miles de novelas. Quién sabe, a lo mejor me tocaron en suerte las únicas dos obras malas que perpetró la “reina del romanticismo”, como la llaman en uno de los periódicos de hoy.
Si algún día me pierdo, entonces, no me busquen en Santiago de Cuba, como recomendaba García Lorca que hiciéramos en su caso. Seguramente me habré ido a una isla desierta con las 3998 novelas de Corín Tellado que me quedan por leer y un iPod que tenga en su vasta memoria una sola canción: “La chica mamey”.
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